Joaquín Nieto, Premio 2003 a la trayectoria personal en defensa de la Tierra.

El secretario confederal de Medio Ambiente de CC.OO., Joaquín Nieto, recibió el pasado mes de abril el Premio Fungesma 2003 a la Trayectoria Personal en Defensa de la Tierra. Este prestigioso premio ha sido otorgado en estos años a personalidades como el recientemente fallecido José Antonio Valverde, pionero en la conservación de Doñana; a Artemio Precioso, cofundador de Greenpeace-España, y a organizaciones como Ecologistas en Acción de Andalucía o Adena-WWF. El premio fue entregado por Vandana Shiva. Reproducimos aquí un extracto del discurso de agradecimiento.

Mi trayectoria personal en defensa de la tierra no se puede entender sin el empeño de CC.OO., adquirido hace ya más de una década, para llevar el compromiso medioambiental al mundo laboral. Y os juro que no es nada fácil. Sin embargo, hemos podido cosechar una década de experiencias ambientales en numerosos sectores y empresas gracias al empuje de nuestra gente en ellas, que es lo mejor que tiene Comisiones Obreras.

He tenido la fortuna de trabajar con excelentes dirigentes. Desde Marcelino Camacho, cuyo sindicalismo sociopolítico hizo permeable a Comisiones a las nuevas realidades, a Antonio Gutiérrez, que apostó sinceramente por la adaptación ambiental de Comisiones y me apoyó decididamente incluso en los momentos y controversias más delicados, o José María Fidalgo, que hoy nos acompaña, a quien le agradezco que no sólo haya continuado con el empeño, sino que se esfuerce por darle a nuestro compromiso ambiental una dimensión aún más amplia e integrada en el conjunto de las Comisiones Obreras.

A quienes todos tenemos mucho que agradecer es a aquellas personas que, en equipo, día a día ponen sus conocimientos y su entusiasmo para convertir algo tan complejo como la ecología en herramienta de trabajo útil y accesible para los responsables sindicales y delegados en las empresas; delegados y delegadas que, tengámoslo en cuenta, son trabajadores normales y corrientes que simplemente han tenido el apoyo de sus compañeros de trabajo para que los representen. Gracias también a esa especie de laboratorio y escuela y centro de difusión llamado ISTAS, Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud, que quiere hacer del mundo del trabajo un espacio en favor de la sustentabilidad ambiental.

Vivimos en un mundo injusto socialmente y ambientalmente insostenible. Un mundo que queremos transformar. Pero el cambio no será posible si no lo hacen millones y millones de personas. No cambiaremos los patrones de producción y de consumo, actualmente insostenibles, sin el apoyo decidido de las personas que producen y consumen. Sin los trabajadores no habrá cambio. Es más: los trabajadores disponen de un enorme potencial de cambio, pero también pueden ser, y son a menudo, un factor importante de resistencia al cambio. Por ello es tan imprescindible nuestra labor sindical.

Los cambios en el sistema productivo no son tampoco fáciles, pero son cada vez más necesarios. ¿Cómo va ser fácil desprendernos de los combustibles fósiles que son la base sobre la que se ha construido a lo largo de dos siglos el actual modelo económico, globalización incluida? Sin embargo, es absolutamente necesario. El actual modelo energético, del que el petróleo es una fuente principal, no sólo provoca tremendos impactos ambientales globales como el cambio climático o locales como el desastre del Prestige, sino que también es insostenible al basarse en recursos no renovables.

¿Acaso la invasión militar de Irak, violando toda legalidad internacional, es ajena al hecho de que Estados Unidos, con el 5% de la población mundial, produce el 11% de petróleo, pero consume el 26%, y posee tan sólo el 2% de las reservas globales, mientras que los países productores del Golfo Pérsico tienen el 60% de las reservas mundiales? El abandono de ese modelo, sustituyéndolo por otro más sostenible ambientalmente y más accesible para todos los países del mundo, basado en las energías renovables, es imprescindible para erradicar la pobreza en el mundo y será también una importante contribución a una paz venidera y estable.

Pacifismo y ecología, ecología y pacifismo –suena algo a Greenpeace, ¿no?– Son dos elementos complementarios y necesarios de un mismo mensaje para este siglo que tan dramáticamente ha comenzado, para establecer otras relaciones más pacíficas y justas entre las personas y de la sociedad con la naturaleza. Mensaje del que se ha hecho protagonista la sociedad civil, que en los últimos meses ha dado ejemplos impresionantes de vitalidad. En el ámbito local y a escala mundial.

Las movilizaciones de protesta contra el desastre del Prestige y la masiva afluencia de voluntarios para limpiar el petróleo de las playas y costas frente a la incompetencia gubernamental han sido expresión de un movimiento amplio de especiales características.

El 15 de febrero de 2003, el mundo conocía por vez primera una movilización global: millones de personas se manifestaban simultáneamente en todo el mundo contra la guerra.

Es en la vitalidad de la sociedad civil donde habrá que poner todas las esperanzas para salvar el planeta y resolver los graves problemas de injusticia social e insostenibilidad ambiental que aquejan hoy a nuestro mundo. Pienso con el Foro Social de Porto Alegre que “otro mundo es posible”. O mejor aún, tal como planteaba el Foro Global de la Sociedad Civil en Johannesburgo, que «otro mundo sostenible » es posible.

Porque –que me perdone Jorge Riechman, por robar sus palabras– «desear / que siga existiendo el mundo para que siga existiendo / toda la belleza del mundo/ es una ingenuidad / a la que no renunciamos ».

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