Menos humos

Contaminación atmosférica y sus efectos en la salud.

La contaminación atmosférica es un fenómeno conocido desde antiguo, que en el mundo contemporáneo cobra una gran importancia a partir de una serie de episodios que tuvieron lugar en los países industrializados durante la primera mitad del siglo XX.

Los casos ocurridos en el Valle de Mosa (Bélgica) en 1930, en Donora (Pennsylvania, EEUU) en 1948 y, sobre todo, la catástrofe de Londres, en diciembre de 1952, son tal vez los más destacables y característicos (Ware et al 1981). Estas situaciones excepcionales se tradujeron en un aumento de la mortalidad y la morbilidad que no dejaron dudas acerca de que los niveles altos de contaminación atmosférica se asociaban causalmente con un aumento de muertes tempranas. Estas evidencias llevaron a la adopción de políticas de control de la contaminación, especialmente en Europa Occidental y Norteamérica, que condujeron a la importante reducción de los niveles de contaminación atmosférica que se consiguió durante las décadas de los setenta y los ochenta en la mayor parte de países desarrollados. A partir de esa década, las emisiones de las industrias y de las calefacciones, fuentes principales de contaminación hasta entonces, comenzaron a ser complementadas por las emisiones procedentes de los vehículos a motor. En la actualidad dichas emisiones constituyen la fuente principal de un número importante de contaminantes, especialmente en las ciudades.

Contaminantes del aire ambiente y sus fuentes

Las redes de vigilancia de la contaminación atmosférica miden de manera sistemática y continua los principales contaminantes que causan efectos sobre la salud. Se distingue entre contaminantes primarios y secundarios. Los primeros son los que proceden directamente de la fuente de emisión, que pueden ser fijas (industria, agricultura, tratamiento de residuos, emisiones desde los edificios) o móviles (vehículos). Los contaminantes secundarios se producen como consecuencia de las transformaciones y reacciones químicas y físicas que sufren los contaminantes primarios en el seno de la atmósfera. Las características de los principales contaminantes químicos y sus fuentes más importantes se resumen en la tabla 1.

  • Partículas en suspensión. El término partículas en suspensión se refiere a partículas no específicas, finamente divididas, en forma líquida o sólida, que son bastante pequeñas como para permanecer en suspensión durante horas y días, siendo capaces de ser transportadas a distancias considerables. Representan una mezcla compleja de substancias orgánicas e inorgánicas. 
  • Compuestos de nitrógeno. Su principal fuente de emisión no natural proviene de los combustibles fósiles utilizados para el transporte, calefacción y generación de energía. La mayoría de combustiones producen monóxido de nitrógeno (NO) que, por procesos de oxidación da lugar al dióxido de nitrógeno (NO2). Algunas veces los datos se refieren en términos de NOx, indicando una mezcla de óxidos de nitrógeno.
  • Oxidantes fotoquímicos. El ozono, los nitratos de peracilo, los aldehídos, resultantes de reacciones químicas entre los hidrocarburos reactivos y los óxidos de nitrógeno bajo el efecto de la luz solar. El ozono es, desde el punto de vista toxicológico, el más importante de estos contaminantes. Dado que los contaminantes primarios procedentes de las emisiones de los automóviles y de la industria reaccionan con él, puede encontrarse en concentraciones considerables incluso en zonas alejadas de las fuentes de emisión, y son, a menudo, más altos los niveles en los alrededores de las grandes ciudades que en el interior de las mismas. 
  • Compuestos de azufre. Los principales son el dióxido de azufre (SO2) producido por la combustión en fuentes fijas (calefacción, industrias) y los sulfatos, a partir de la oxidación atmosférica del SO2. Los cambios en el tipo de combustibles usados en Europa Occidental han llevado a una disminución considerable en las emisiones de SO2, aunque aún se pueden dar altas concentraciones puntuales a nivel local asociadas a emisiones ocasionales. 
  • Óxidos de carbono. Fundamentalmente son el monóxido de carbono (CO) y el dióxido de carbono (CO2). Se liberan a la atmósfera como consecuencia de las combustiones incompletas (CO) y completas (CO2). La fuente principal del CO son los humos procedentes del escape de los vehículos a motor. Por otro lado, el CO2 es uno de los principales contaminantes responsables del efecto invernadero.
  • Compuestos orgánicos volatiles (COV). Los COV son un grupo variado de compuestos hidrocarbonados presentes en la atmósfera. El benceno, un COV aromático, ha recibido mucha atención debido a su relación con el desarrollo de cáncer. Otros compuestos aromáticos como el tolueno son importantes precursores de ozono.

Efectos de la contaminación atmosférica sobre la salud

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En los últimos años ha habido un importante avance en el conocimiento y comprensión de los efectos de la contaminación atmosférica sobre la salud proporcionado por un gran número de trabajos científicos en todo el mundo. Los principales efectos a corto plazo de la contaminación atmosférica sobre la salud van desde un aumento en el número de defunciones, de ingresos hospitalarios y de visitas a urgencias, especialmente por causas respiratorias y cardiovasculares, hasta alteraciones del funcionalismo pulmonar, problemas cardíacos y otros síntomas y molestias. Dada la reducción de los niveles de SO2 y de CO, debido a mejoras en los procesos de combustión en industrias, calefacción y automóviles, los contaminantes cuyos efectos sobre la salud preocupan más en la actualidad son las partículas en suspensión, el ozono y el dióxido de nitrógeno.

Evaluación del impacto de la contaminación atmosférica sobre la salud

Los resultados de los estudios epidemiológicos permiten valorar el impacto de los niveles observados de contaminación atmosférica sobre la salud. El efecto más grave es el que afecta a la mortalidad prematura, pues representa una reducción de la esperanza de vida. De acuerdo con un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS 2002) en el que se evalúa la carga de enfermedad debida a los principales riesgos para la salud, más de dos millones de defunciones prematuras pueden ser atribuidas a la contaminación atmosférica, tanto del ambiente exterior como del interior de los edificios. Más de la mitad de dicho impacto ocurre en los países en desarrollo.

El proyecto europeo Apheis constituye desde 1999 una red de profesionales especialistas en salud y medio ambiente que genera información sobre el impacto en la salud de la contaminación atmosférica en más de 30 ciudades europeas. En la tercera fase del proyecto se ha estimado que si la media anual de PM2,5 fuera reducida a 15 μg/m3 (y los demás riesgos permanecieran constantes), la esperanza de vida se vería incrementada en un intervalo entre dos y 13 meses en las personas mayores de 30 años, dependiendo de la situación ambiental y de salud de cada ciudad (Boldo et al, 2004). En España, para las 3 ciudades participantes en Apheis que disponían de datos de PM10 (Bilbao, Madrid y Sevilla) se ha estimado el número de muertes prematuras atribuibles a la contaminación media anual de PM10 por encima de 20μg/m3 en 68 por 100.000, lo que significa cerca de 3.000 personas en las tres ciudades consideradas (Alonso Fustel et al, 2005).

Estudios de intervención

En la literatura científica existen estudios que han analizado las consecuencias en la salud de distintas intervenciones que han modificado la calidad del aire. A principios de la década de los años 90, Pope demostró, en el Valle de Utah (EEUU), que el cierre en 1987 (por una huelga de trabajadores que duró casi un año) de una acería se asoció con una disminución en el número de defunciones y en el de ingresos hospitalarios entre los residentes de la zona, así como una reducción en el absentismo escolar de los niños. La posterior puesta en marcha de la factoría se asoció con un incremento de los citados indicadores de salud.

En otro estudio en EE.UU (Mott et al 2002) se ha evaluado la influencia de las políticas nacionales para la emisión de vehículos, en especial la dirigida a la reducción de monóxido de carbono (CO) derivada de la puesta en marcha de las Guías de Calidad del Aire tras la Ley de Aire Limpio de 1970. Los resultados indican que las disminuciones de CO en el aire ambiente se asociaron con reducciones en las tasas de mortalidad. En Irlanda, Clancy y colaboradores han evaluado el efecto del control de la contaminación atmosférica sobre las tasas de mortalidad (Clancy et al, 2002). Después de la prohibición del uso de carbón para la calefacción en Dublín, se observó una clara reducción (70 %) en las concentraciones de humos negros. Tras esa reducción se observó una disminución de las tasas de mortalidad por las causas orgánicas del 5,7%, del 10,3% para las causas cardiovasculares y del 15,5% para las respiratorias. Estos resultados, y los de otros estudios (HEI 2004), ilustran los beneficios potenciales para la salud que pueden tener las políticas y las acciones orientadas a disminuir los niveles de los contaminantes atmosféricos y, por tanto, la reducción de la exposición de la población.

Ferran Ballester Área de Ambiente y Salud. Centre Superior d'Investigació en Salut Pública. Generalitat Valenciana. Profesor de Salud Pública. Universitat de València

NOTA: las posiciones presentadas son las del autor y no constituyen necesariamente la posición institucional de los centros en los que trabaja.

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