¿Quién se está cargando el clima?

Haití ha ocupado las primeras páginas de los informativos durante semanas tras el terrible terremoto del pasado enero. Sin embargo, para millones de campesinos la situación diaria ya era muy difícil.

Solían tener tres buenas lluvias al año para sus cosechas, pero ahora no hay época de lluvias, sólo de huracanes. Los campesinos que cultivan arroz en Rajbari (Bangladesh) no recuerdan haber sufrido olas de calor tan fuertes como las que les impiden trabajar bajo un sol que les llena la piel de quemaduras. En Morogoro, en el norte de Tanzania, desde que se secó el río Kiegeya, las enfermedades se extienden por el consumo de agua contaminada de los riachuelos. Las niñas de la zona dejan la escuela para traer agua de fuentes cada vez más lejanas.

Las millones de personas que ven cómo su esfuerzo cotidiano por salir de la pobreza y ofrecer un futuro mejor a sus familias se trunca por el calentamiento global son la verdadera cara del cambio climático. Porque el cambio climático no es únicamente uno de los mayores desafíos globales a los que se enfrenta la humanidad, es también una de las principales amenazas para el desarrollo y la lucha contra la pobreza. Y es una terrible injusticia, ya que quienes menos han contribuido a generar el problema y tienen menos posibilidades de hacer oír su voz (los pobres y las generaciones futuras), son quienes de manera injusta están pagando ya, y aún lo harán más en el futuro, las consecuencias de un modelo de desarrollo basado en el derroche y el consumo abusivo de combustibles fósiles por los países industrializados.

Tras el fiasco de Copenhague, es más necesario que nunca que la comunidad internacional llegue a un acuerdo justo, ambicioso y vinculante para atajar el cambio climático. Y en el centro de estas discusiones debe situarse el enorme impacto del calentamiento global en las personas más pobres. Un impacto que hemos podido observar sobre el terreno en decenas de países, a través de varios fenómenos que ayudan a entender cómo afectan los cambios en el clima a las personas más pobres y vulnerables.

1.Desastres naturales. Las inundaciones, las sequías, las olas de frío o calor, las tormentas tropicales y los huracanes o los corrimientos de tierras han afectado en esta década a 243 millones de personas al año, duplicando las cifras de la década de los ochenta. Las inundaciones de las que se tiene constancia ya se han cuadriplicado desde principios de dicha década. En 2007 hubo inundaciones en 23 países africanos y en 11 asiáticos que se encuentran entre las peores que se recuerdan. En el mismo año, dos huracanes y fuertes lluvias azotaron gran parte de Centroamérica; casi la mitad del Estado de Tabasco, en México, quedó inundado. En 2008, el ciclón Nargis devastó grandes franjas de Myanmar (antigua Birmania) y una temporada de huracanes, especialmente violenta, hizo estragos en Cuba, la República Dominicana y Haití.

Los estudios de Oxfam Internacional muestran cómo esta cifra seguirá aumentando y antes de 2015 el número de personas afectadas cada año por desastres relacionados con el clima aumentará, de media, más de un 50% hasta alcanzar los 375 millones. Se prevé que esto será la consecuencia de un número cada vez mayor de desastres de pequeña y mediana magnitud, precisamente aquellos desastres que no consiguen ser noticia y que no atraen suficiente ayuda humanitaria. Además, el aumento del nivel del mar que provocarían tres o cuatro grados más empujaría fuera de su lugar de vida a más de 300 millones de personas en Bangladesh, Vietnam y Egipto, y sería catastrófico para los pequeños estados insulares. Muchos de ellos se ven, literalmente, condenados a desaparecer en pocos años.

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2. Extensión de enfermedades. La Organización Mundial de la Salud advierte que 238 millones de personas se ven afectadas cada año por enfermedades como la malaria, las diarreas, el dengue o la malnutrición, debido al cambio climático. Aunque afectan desde hace décadas a millones de personas, el calentamiento global las extende a zonas y a épocas del año en las que antes no se daban, aparte de provocar heridos y enfermos como consecuencia del incremento de los desastres naturales. Asimismo, la contaminación que provoca el consumo de combustibles fósiles afecta a la salud de millones de personas, especialmente en las grandes ciudades.

3. Más hambre. Durante los últimos dos años, el número de personas hambrientas no sólo no se ha reducido, sino que ha aumentado, hasta alcanzar los 1.020 millones de víctimas de la desnutrición. Sobre esta situación, el cambio climático afecta ya a la agricultura, con regímenes de precipitación menos fiables y lluvia que suele llegar en forma de aguaceros, causando inundaciones y erosionando el suelo. El cambio climático afecta la vida de millones de campesinos que dependen de la lluvia para cultivar, provocando pérdida de cultivos y la extensión del hambre. Una terrible paradoja es que, aunque la productividad media caerá, no lo hará en todas partes igual. Así, mientras que África podría perder hasta un 20% de su producción agraria, en los países industrializados del norte de Europa y de América, temperaturas más cálidas aumentarían la productividad agraria hasta un 7%.

4. Escasez de agua. El derretimiento de los glaciares puede poner en situación de riesgo el acceso al agua para consumo y riego de 1.800 millones de personas en 2080. Los grandes ríos de Asia nacen de los glaciares del Himalaya. La forma acelerada en que se están derritiendo provocará, primero, un aumento del caudal de los ríos, con lo que supone de amenaza de inundaciones, pero, a medio plazo, provocará un descenso del caudal de los ríos. En las grandes ciudades latinoamericanas o en zonas como Oriente Medio, la disponibilidad de agua se puede ver muy comprometida. La escasez de agua no sólo agrava los problemas de salud y de producción agraria, sino que es fuente de conflictos en zonas especialmente inestables del planeta.

5. Migraciones, vulnerabilidad y seguridad. Los impactos combinados del cambio climático que hemos descrito empuja cada vez a más personas a abandonar su lugar habitual de residencia, y con ello, sus medios de vida y su entorno. Cada año sólo los desastres naturales asociados al clima expulsan de sus casas a 26 millones de personas. Los cálculos más fiables indican que en 2050 habrá más de 200 millones de personas desplazadas por el cambio climático. Por otro lado, un gran número de investigaciones avanzan que 47 países en la actualidad se enfrentan a la amenaza de la violencia por causas asociadas al clima. Una cifra que puede aumentar en los próximos años hasta un total de 102 países, que albergan a un 60% de la población mundial.

6. Ecosistemas y biodiversidad. Los cambios en los océanos, en los corales o en los ecosistemas árticos provocarán una era de gran extinción de especies: entre un 20 y un 30% podrían desaparecer, y con ello los medios de vida de millones de personas que subsisten gracias a la caza tradicional, la recolección o la pesca artesanal.

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Sin embargo, pese a la gravedad de las amenazas y la seriedad de los datos, aún estamos a tiempo de detener y revertir este proceso. Nuestra generación no es sólo la primera en la historia de la humanidad que cuenta con los medios para terminar con la pobreza, además es la última que puede frenar el cambio climático. Si nosotros no lo hacemos, a nuestros descendientes les tocará gestionar los problemas que provocará el clima, pero ya no podrán evitarlos.

Por eso es crucial que los políticos pongan los intereses de las personas más vulnerables al cambio climático, y los de nuestros hijos e hijas, por delante de las miradas y de quienes colocan el beneficio a corto plazo por encima de la sostenibilidad económica, social y ambiental de la actividad productiva.

Todos los ojos del mundo miraron en diciembre hacia los líderes políticos que se reunieron en la capital danesa. Incluso los campesinos más pobres que miran al cielo en busca de las lluvias, les dirigían sus miradas. La cuestión es saber si tendrán la voluntad de actuar con la decisión que no supieron mostrar entonces. Se les está acabando el tiempo. Se nos acaba a todos.

José Antonio Hernández de Toro
Intermón Oxfam

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