“¡Es la economía, idiota!”

La pobreza es efecto de múltiples factores. El estado del medio ambiente repercute en un amplio abanico de cuestiones.

A su vez, existe una innegable correlación entre la pobreza y la degradación ambiental, tanto a escala local, como nacional o mundial. Como se subraya en los anteriores artículos, si bien los problemas ambientales afectan al conjunto de la humanidad, el impacto varía con las condiciones espaciales de asentamiento de las clases sociales, afectando más negativamente a las clases trabajadoras, a los países empobrecidos y a los colectivos más frágiles (mujeres, infancia, vejez). La vulnerabilidad ante los impactos ambientales negativos es diferente según las diferentes situaciones sociales y económicas, y depende, entre otros, de factores como la sanidad y la nutrición de las poblaciones y los individuos. Existe, por tanto, inequidad ambiental junto a -y de la mano de- la inequidad social. Los problemas son globales pero los impactos -y ¡también las responsabilidades!- son diferentes. Las decisiones se adoptan en los países industrializados, benefician a las multinacionales y los efectos negativos los sufren particularmente las gentes de abajo. Tal y como afirma François Houtart, sociólogo marxista: "El capitalismo destruye las dos fuentes de su propia riqueza: el hombre y la naturaleza".1

A la luz del cuadro adjunto podemos encontrarnos ante lo que Jared Diamond calificó en Colapso como el "síndrome de la isla de Pascua". Visión preocupante a la que se le suma la que aporta el Índice Planeta Vivo (IPV), que señala que entre 1970 y 2000 la masa forestal se redujo en un 15%, las especies marinas un 35% y las dulciacuícolas mermaron en un 55%.

La relación económica y ambiental Sur/Norte se sintetiza, según Martínez Alier, como exportación de los países empobrecidos hacia los países industrializados de productos primarios a bajo precio sin contabilizar los daños ambientales y la ocupación gratuita o barata de espacio ambiental (atmósfera, agua y tierra) por parte del Norte. La Organización Mundial del Comercio -que no es precisamente un organismo izquierdista ni ecologista- señaló cinco vínculos entre el modelo productivo, el comercio mundial y la degradación ambiental: la agricultura intensiva en químicos, la lluvia ácida, la deforestación, la sobreexplotación de recursos pesqueros y el calentamiento global.2 A ello podríamos añadir otros tres. La biopiratería, practicada por las multinacionales que exigen acceso libre a todas las especies del planeta y a la riqueza genética pero cobran royalties por sus patentes. La exportación de residuos tóxicos y peligrosos de los países industrializados hacia los empobrecidos -aplicando la cínica política NIMBY (not in my backyard)- en contra del convenio de Basilea de 1989. La proliferación de pasivos ambientales originados por el modelo productivo sucio exportado, con el consiguiente deterioro de suelos, aguas y aire.

Colapso

Las producciones renovables y sostenibles (pesquerías, bosques y agricultura) están cercanas al colapso. Contra todo pronóstico, en el campo de los recursos naturales la productividad es la enemiga de la producción. Según el economista José Manuel Naredo, la agricultura moderna fuerza las extracciones mediante la inyección de agua y fertilizantes, lo que supone una pérdida de fertilidad, diversidad biológica, descenso de los niveles freáticos, contaminación y eutrofización de las aguas.3 Situación a la que Marx calificó de "asesinato del suelo" en El Capital. Las crisis ambientales y alimentarias han modificado la distribución espacial de la población. Empujada a dejar sus tierras, lo que antes era un "mar de ruralidad" se ha trastocado por la proliferación de megaciudades que agravan los problemas de exclusión y pobreza.

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Y ello, paradójicamente, mina los intereses a largo plazo del capital que impulsó un modelo irracional de agricultura, pesquería, ganadería y explotación forestal, ya que la crisis ambiental y la alimentaria empujan el crecimiento de los riesgos y de los costes externos y limitan el restablecimiento de la tasa de ganancia. Pero el asunto se complica y la pescadilla se muerde la cola. En opinión de Immanuel Wallerstein, sociólogo, la adopción de medidas en profundidad contra el deterioro ambiental da el "golpe de gracia a la viabilidad de la economía-mundo capitalista" porque retarda el incremento de la tasa media de ganancia mundial.4 Esta tesis se vio reforzada al comenzar los cálculos sobre los costes económicos derivados de las políticas de mitigación y adaptación para evitar la caída del PIB prevista por el Informe Stern como consecuencia del cambio climático. En ambos casos el obstáculo para la recuperación del capitalismo es el mismo: el capitalismo. El capital es cortoplacista, nada podemos esperar de su irracionalidad. Lo malo es que tras ella aumenta la desgracia de la mayoría por algo tan obvio como lo que señala el economista Juan Martínez Allier: "Sin agua, leña y estiércol, y pastos para el ganado, la gente empobrecida simplemente se muere". 5 Ergo, el capitalismo es el obstáculo para la humanidad.

El senador estadounidense John Kerry afirma que "el cambio climático amenaza con causar más hambruna, sequía, peores epidemias, más desastres naturales, más escasez de recursos, y migraciones a una escala sin precedentes". Pese a la proliferación de informes6 cabe resaltar algunas cuestiones. La pesca se desplazará 45 Km. cada 10 años hacia los polos, lo que supondrá un quebranto para los países ecuatoriales y también que el aumento de cada grado de temperatura puede hacer perder el 16% de los cultivos. Para la Unión Europea, el "drama de los recursos naturales" no termina ahí. Un incremento de 1,7º C. supondrá la sequía en los trópicos y subtrópicos y de 3º acarreará la escasez alimentaria en los países industrializados. Un aumento de 1,5º C. supone menos disponibilidad de agua en los países empobrecidos, el incremento entre 2º y 2,5º la escasez para entre 2.400 y 3.100 millones de personas, y si la variación es superior a 2,5º afectará hasta 5.300 millones de seres humanos.7

La combinación de baja productividad, escasez de tierra y carencia de agua es devastadora para el Sahel y el África oriental, como el deshielo de los glaciares y el permafrost en Asia, y de aquellos en la zona andina.

El incremento del nivel del mar con retroceso costero en todos los litorales es fatal pero particularmente en los megadeltas -Nilo (Egipto), Ganges-Brahmaputra (Bangladesh) y Mekong (Vietnam)- que junto a la erosión ponen en riesgo la supervivencia de millones de personas. No solo habrá problemas en la agricultura, también en el turismo, principal fuente de ingresos de divisas en 46 de los 49 países más pobres, según Taleb Rifai, de la Organización Mundial del Turismo.

Más migraciones

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Otra de las consecuencias serán las migraciones por causas climáticas que, de no cambiar la situación, tenderán a crecer. De los 200 millones de migrantes existentes en 2007, según la Organización Internacional de Migraciones, el WBGU (organismo científico ambiental del gobierno alemán) estima que 25 lo son por motivos climáticos. El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) estima que en 2050 la cifra puede llegar a 150 millones y el científico Norman Myres de la Universidad de Oxford la sitúa en 200.

En el marco de una crisis global y total, producto de la coincidencia y correlación de las crisis energética, la climática y la alimentaria que agravan la financiera y productiva que estalló en 2008, las condiciones ambientales se han convertido en un nuevo indicador de pobreza en las gentes asalariadas y los pueblos del planeta. El acceso a la energía es un nuevo vector de desigualdad y el acceso al agua es la delgada línea que separa el bienestar de la miseria, la vida de la muerte.

La lucha para salir de la pobreza se ve dificultada por el cambio climático, que conlleva la destrucción de fuentes de riqueza, patrimonio (natural y material) y puestos de trabajo, tanto por el terrible efecto inmediato de los incesantes y agudos disturbios meteorológicos como por el cambio en patrones climáticos a medio plazo. El clima se constituye por obra del modelo productivo, y gracias al sistema socio-económico, en una nueva fuente de pobreza, en nueva matriz de injusticia social. De ahí que la acción sindical deba plantearse las cuestiones de la energía, el comercio mundial, etc. desde una nueva óptica de la justicia social... y ambiental.

Manuel Garí
Economista y director de Medio Ambiente de ISTAS

(1) François Houtart, La jornada, 5/10/2004
(2) World Trade Oraganitation, "Trade and Environment", Special Studies, 4, WTO, Ginebra, 1999.
(3) Naredo, J.M., Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas. Siglo XXI, Madrid,2006.
(4) Wallerstein, I. (2008) Ecología y costes de producción capitalistas: no hay salida" Revista Futuros núm. 20. Vol. VI http://www.revistafuturos.info
(5) Martínez Alier, J. La crisis económica vista desde la economía ecológica en ecología política, 36, icaria, 2008.
(6) Conviene conocer el Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008: La lucha contra el cambio climático. Solidaridad frente a un mundo dividido, PNUD, Nueva Cork, 2007.
(7) Watkiss, P; Downing, T.;Handley, C y Butterfi, R., The Impacts and Costs of Climate Change, European Commission, DG Environment, Bruselas, 2005.

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