El sindicalismo ante la adaptación al cambio climático

Azahara Merino Martos Secretaría Confederal de Medio Ambiente y Movilidad de CCOO

Uno de los mayores desafíos en curso que tiene la sociedad es el cambio climático. Se trata de un fenómeno cuyos efectos alcanzan todas las esferas de la vida económica, social y laboral. Frente al cambio climático, el sindicato debe desempeñar un papel activo.

Uno de los mayores desafíos en curso que tiene la sociedad es el cambio climático. Se trata de un fenómeno cuyos efectos alcanzan todas las esferas de la vida económica, social y laboral y –tal como coinciden en indicar numerosas comunidades epistémicas- si bien son ya perceptibles en la actualidad, indudablemente tendrán una mayor incidencia en un futuro más bien cercano. De esta manera,  el calentamiento global se constituye como un problema intergubernamental en el que las políticas y estrategias de mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero deben complementarse con acciones de adaptación, las cuales deben estar impulsadas por los diferentes actores políticos y sociales, y en el que el sindicato debe desempeñar un papel activo. 

El cambio climático es un fenómeno que –además de tener un impacto significativo en la salud de las personas, especialmente en las más vulnerables con menos recursos para adaptarse a los cambios- sus efectos combinados producen pérdidas económicas en diversos sectores productivos, tales como: la agricultura, la ganadería, la silvicultura o el turismo, provocando una mayor competencia por los recursos a la vez que supone cargas adicionales para las economías y las instituciones de los países, por ejemplo, los fenómenos meteorológicos extremos pueden exacerbar la escasez de agua y conducir a incrementos notables de los precios de los alimentos. Esto agrava o multiplica los factores de presión ya existentes como son: la pobreza y la desigualdad, los desplazamientos de las poblaciones, la inestabilidad política y las tensiones sociales.

También, y en un horizonte a corto plazo, el cambio climático incide en el mundo del trabajo. En este sentido, además de tener repercusiones especialmente en la salud y la seguridad en el trabajo, diferentes informes y análisis ponen de relieve que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos asociados conllevan a la destrucción permanente de centenares puestos de trabajos. Así, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que entre 2000 y 2015, se perdieron anualmente 23 millones de años de vida laboral a escala global. En el ámbito de la Unión Europea, un estudio de Triple E consulting estimaba que para el año 2050 se podría perder 410.000 puestos de trabajo. A ello, hay que añadir los empleos que se pierden debido a las medidas establecidas para adaptar los sectores a economías bajas en carbono.

Por otra parte, las medidas de adaptación pueden crear nuevas actividades y ocupaciones. El mismo estudio de Triple E consulting evaluó el impacto que implicaría las medidas de adaptación a nivel de la Unión Europea. Este diferenciaba dos escenarios: un escenario de referencia con un gasto medio anual de 0,5% del PIB; y un escenario ambicioso en el que el gasto medio anual en medidas de adaptación supone el 1% del PIB. El resultado mostraba como la implantación de medidas de adaptación podría llevar a la creación de 500.000 (escenario de referencia) a un millón de empleos directos e indirectos (escenario ambicioso) en 2050. Además, las nuevas actividades y ocupaciones conllevarían la emergencia de nuevos requerimientos de competencias y cualificaciones.

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Es importante remarcar también que el cambio climático, aunque es un fenómeno de escala planetaria, tiene un impacto geográfico y sectorial desigual y dentro del ámbito europeo, los países del sur –y particularmente los del área mediterránea, como España- tienen un mayor grado de vulnerabilidad frente a los efectos del cambio climático, en aspectos tales como: mayor aumento de la temperatura media; reducción de las lluvias de verano, mayor acidificación del agua del mar, mayor riesgo para la salud pública en relación a mayor afectación por las olas de calor, por la contaminación y por la mayor propagación de vectores de enfermedad (Cramer, 2018). En segundo lugar, el modelo económico de España ha descansado sobre  sectores y patrones productivos y urbanísticos de alto impacto medioambiental, por ejemplo: construcción, turismo o automoción, todos ellos muy dependientes de un alto consumo energético y con un impacto ecológico-territorial muy acusado (Prats, Herrero y Torrego, 2016).

Ahora bien, en este escenario donde urge abordar la crisis climática y sus efectos sobre los sectores productivos, las empresas y el conjunto de las trabajadoras y trabajadores cobra una especial relevancia el papel que puede desempeñar las organizaciones sindicales y la negociación colectiva, tanto para fomentar las acciones de resiliencia y adaptación de los diferentes sectores como para garantizar una transición justa. Todo ello debe realizarse desde un enfoque proactivo, en el sentido de anticiparse a los cambios y efectos, adoptar estrategias y políticas de diversificación económica a largo plazo que permitan la recalificación y reubicación de las trabajadoras y trabajadores en los sectores de crecimiento, lo cual conlleva la necesidad de planificar las familias formativas, e incluir medidas de protección social para aquellos que puedan quedar rezagados en las regiones más afectadas (Confederación Europea de Sindicatos, 2020).

Sin embargo, el análisis de los estudios de los convenios colectivos pone en relieve el escaso protagonismo que ha tenido la negociación colectiva, en España, en el tratamiento de medidas de adaptación al cambio climático así como en los temas medioambientales en general. Los contenidos específicos sobre el medio ambiente se recogían en 2018 tan sólo en el 7,6% del total de los convenios colectivos, afectando al 11% del total de personas trabajadoras (Estadística de Convenios Colectivos de Trabajo, 2018)

Además, la mayoría de las cláusulas medioambientales han sido adoptadas directamente de los acuerdos marcos internacionales, por los que no resultan demasiado innovadores o rupturistas ni están adecuados al contexto español. Estas van dirigidos a la sensibilización y concienciación; adaptación de los sistemas de clasificación profesional; información y formación de las personas trabajadoras con vistas a potenciar nuevas habilidades profesionales; fortalecimiento de la prevención de la seguridad y salud frente a los riesgos emergentes; implantación de planes de movilidad sostenible en los centros de trabajo (Chacartegui, 2018).

Por otra parte, en mayo del 2020, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico presentó el segundo Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030. Si bien el Plan supone un avance significativo en esta materia, este no hace referencia a los impactos que ocasiona el cambio climático en el ámbito laboral. Tampoco se aborda el tema de la transición justa ni se reconocen los efectos negativos de las políticas de adaptación sobre el empleo.

A la vista de todo esto, y para concluir, cabe decir que todos estos cambios no están predeterminados sino que son gobernables e, indudablemente, las organizaciones sindicales deben tener un papel activo. El sindicato debe afrontar el reto pendiente de potenciar e incluir medidas de adaptación al cambio climático en las próximas negociaciones colectivas tanto a nivel sectorial como en empresas. Además, partes de los fondos europeos para la reconstrucción, anunciados por la Comisión Europea, deben ir dirigidos a la acción de adaptación y resiliencia de los sectores. Por todo ello, es imprescindible la acción sindical y la negociación colectiva como herramienta clave para realizar este desarrollo a través de una transición justa.

Referencias

Estadística de Convenios Colectivos de Trabajo (2019). Datos anuales provisionales de 2018, convenios registrados hasta junio de 2019.

Chacartegui C. (20189 Negociación colectiva y sostenibilidad medioambiental. Un compromiso social y ecológico. Editorial Bomarzo. Albacete, 2018.

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