Un contexto propicio para una reforma fiscal ecológica

Que el deterioro ecológico y el desempleo constituyen dos de las caras más importantes de la crisis socio-económica actual es algo que pocos dudan. Sin embargo, más allá de declaraciones retóricas, tanto en el ámbito europeo como español, ambos asuntos se encuentran de facto en el último lugar de la agenda política. Esto pone sobre la mesa un resultado trágico y paradójico: cuanta mayor es la necesidad de intervención pública en lo social y ecológico, mayor es también la dejación de responsabilidades por parte de la Administración.

Precisamente, una de las acciones posibles –que incide sobre los dos problemas mencionados– tiene que ver con la puesta en práctica de una urgente reforma fiscal ecológica en nuestro país. Pero si las prioridades socioecológicas están, de hecho, en último lugar, cabría preguntarse cómo es posible hablar de un contexto propicio para el desarrollo de esta medida. Veamos.

Después de más de dos décadas de intenso debate académico y “político”, la cuestión está lo suficientemente madura como para sacar algunas conclusiones importantes. En primer lugar, la reforma fiscal ecológica ha demostrado su viabilidad y beneficios tanto por la repercusión positiva sobre la conservación de los ecosistemas y la reducción de la contaminación, como por la generación adicional de ingresos públicos con los que mejorar los servicios sociales y reducir las desigualdades (lo que se ha denominado doble dividendo). Por otro lado, disponemos ya en España de un buen puñado de investigaciones y simulaciones sobre los efectos de una posible reforma fiscal ecológica sensata y, en tercer lugar, es un buen momento para presionar a la Administración de forma que no decaigan los tímidos esfuerzos hacia un cambio de modelo en la gestión de dos recursos naturales básicos como el agua y la energía.

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Pero una reforma fiscal ecológica es un conjunto de medidas que van más allá de una simple subida de tributos (sean impuestos o tasas), y trata de incidir sobre los criterios impositivos introduciendo una orientación general hacia el objetivo de la sostenibilidad. Orientación que debe afectar al sistema fiscal de varias formas: a) modelando ecológicamente impuestos ya existentes como el IVA, Sociedades, Hidrocarburos, electricidad, o el IBI (este último parece fundamental dada la relación tan estrecha entre urbanismo desbocado y deterioro ecológico); b) creando nuevos tributos específicos que incidan sobre los consumos de recursos (energía, agua) y la actividad de ciertos sectores (agricultura y transporte); c) redistribuyendo los ingresos captados con transferencias a los sectores de población con menor renta y d) financiando de verdad los incentivos para sectores económicos que encaminen su actividad por derroteros de producción y consumo más renovables y limpios.

Sin embargo, en contra de lo que sugieren muchos autores, no creo que haya que garantizar a priori la neutralidad fiscal de la reforma (es decir, que los impuestos que se establezcan por motivos ambientales deban compensarse con rebajas en otros tributos). La razón es muy simple. Si se trata de converger con la UE también en esto, entonces queda bastante margen para elevar progresivamente la presión fiscal, habida cuenta que estamos varios puntos por debajo de la media comunitaria, y nuestras necesidades sociales y ecológicas así lo demandan. Producen sonrojo, pues, las invitaciones del Gobierno y el grueso de la oposición para reducir los impuestos, fomentando de manera irresponsable que estos sean vistos como un coste individual en vez de un beneficio que repercute posteriormente en la colectividad. Cosas antiguas, en definitiva. Pero, en fin, paciencia y buenos argumentos.

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Óscar Carpintero
Profesor de Economía de la Universidad de Valladolid

THE ECOLOGIST (edición española)
Energía geotérmica

Nuestra fuerza está en el interior

Una de las grandes ventajas de la energía geotérmica es que la producción es constante a lo largo de todo el año, requiere menos interrupciones de generación de energía para su mantenimiento comparada con otras plantas energéticas que utilizan combustible, no se ve afectada por desastres naturales, no depende de variaciones climáticas, tiene un impacto mínimo sobre el medio ambiente y fomenta la independencia energética de los países al disminuir la necesidad de uso de combustible fósil, influyendo positivamente en su balance económico y haciéndolos menos susceptibles a acontecimientos políticos o económicos que puedan encarecer de manera brusca el precio de combustible o interrumpir su transporte.

El método

La extracción de esta energía se realiza a través de pozos que alcanzan reservas de agua y vapor a diferentes temperaturas. Depende de plantas geotérmicas donde el fluido compuesto de vapor, agua, sales y otros materiales se separa; el vapor que se genera tras esta separación o filtro continúa hasta las turbinas que, con su rotación, mueven un generador que produce energía eléctrica. El resto se envía a pozos de reinyección para que el yacimiento geotérmico no se agote. 

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