La Comisión de los Grandes Lagos confirma la gravedad de los riesgos de las sustancias persistentes

La Comisión Conjunta Internacional o IJC (International Joint Commission) fue creada por un tratado entre Canadá y Estados Unidos en 1909 para resolver los problemas en la región de los Grandes Lagos. A partir de 1972, la IJC ha venido trabajando en diversos aspectos para mejorar la calidad del agua, que al principio iba más enfocado a resolver la eutrofización debido a los vertidos de fósforo utilizado como fertilizante, mientras que en las últimas dos décadas se ha reorientado la preocupación hacia la presencia de sustancias químicas persistentes.

Se definieron las sustancias tóxicas persistentes de la siguiente forma: cualquier sustancia que se bioacumula, o cuyo período de semidesintegración (tiempo que tarda para que la mitad desaparezca) en un medio (agua, aire, sedimentos, suelo u organismos vivientes) es superior a ocho semanas. En la lista que definió la IJC se incluyeron DDT y sus metabolitos, aldrin, dieldrin, lindano, ésteres ácidos ftálicos, PCBs, arsénico, cadmio, cromo, cobre, mercurio, níquel, zinc, flúor entre otros.

En los informes bianuales previos ya se había evidenciado la gravedad del daño para el medio ambiente y para la salud humana como consecuencia de estas sustancias persistentes, y se había confirmado que la única solución efectiva se debería basar en la eliminación absoluta de estas sustancias tóxicas. En el nuevo informe, presentado hace unos meses, además de corroborar este análisis, se concluyen los aspectos que se resumen a continuación:

  • La primera evidencia de daños como consecuencia de las sustancias tóxicas persistentes se detectó hace más de 50 años.
  • Algún progreso se ha logrado mediante la prohibición de los agentes más obvios, como el DDT y los PCBs, pero se ha seguido recopilando evidencias de otros daños más sutiles como consecuencia de la alteración del sistema endocrino durante el desarrollo fetal. Algunos de los causantes de estos efectos son algunos pesticidas y sustancias químicas industriales como los ftalatos que se utilizan como plastificantes, por ejemplo, en el PVC. Muchos de estos efectos se han manifestado en peces y animales salvajes como cambios de sexo y anormalidades en el comportamiento, entre otros.
  • Más inquietante aún es la creciente evidencia de que estas sustancias también dañan a los seres humanos. La evidencia en este sentido es contundente: disminuyen la capacidad intelectual humana, dañan el sistema inmunológico, cambia el comportamiento, cuestiona la capacidad reproductiva. La población con mayor riesgo son niños, mujeres embarazadas o en edad de tener hijos o personas cuya dieta se base prioritariamente en pescado y animales salvajes, aunque particularmente son los embriones y niños lactantes. 
  • Considera que se han producido daños en el pasado, en la actualidad y, a no ser que se actúe para reducir la concentración de estas sustancias, los daños proseguirán en el futuro. 
  • Concluye, por tanto, que las sustancias tóxicas persistentes son demasiado peligrosas para la biosfera y para los seres humanos para permitir su liberación en NINGUNA cantidad. 
  • Hace constar también que, a pesar de que la conciencia ciudadana permanece elevada, parece que los gobiernos están menos receptivos y con menos iniciativa de respuesta con respecto de las recomendaciones y deseos de los ciudadanos sobre el medio ambiente.

Referencia:

Montague, P. Rachel’ s Environment & Health Weekly #611. “Bad news from the IJC”. 13 de agosto de 1998. N O T A: Para conseguir el último informe de forma gratuita, escribir a: International Joint Commission; 1250 23r d Street, N.W., Suite 100; Washington, D.C. 20440; E E . U U .

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