Vivimos tiempos excepcionales

La economía verde sale al rescate.

En 2007, el mundo se vio sacudido por el estallido de varias "burbujas" inmobiliarias nacionales (señaladamente en EEUU y en España). En 2008 estalló una arrasadora "burbuja" financiera global, llevándose por delante buena parte de la ficticia "creación de valor" de los dos decenios anteriores. Y antes conocimos la "burbuja tecnológica", y otras burbujas inmobiliarias y financieras... No cuesta mucho concluir, a estas alturas, que los mercados desregulados, lejos de tender a un equilibrio, se pierden en dinámicas especulativas de consecuencias devastadoras para la gente y para los ecosistemas.

Crisis, crisis, crisis… Aunque ya vivíamos en crisis –si no que se lo pregunten a los millones de personas que carecen de los bienes más básicos- la recesión económica mundial puede ser una oportunidad para producir de otra manera, más sostenible. Las energías renovables emplearán a millones de personas en 2020 y la protección de la naturaleza o la reconversión de algunos sectores, como el automovilístico, podría generar millones de puestos de trabajo en un futuro cercano. Frente a la recesión, la economía verde no sólo es un objetivo, también puede ser una de las soluciones

Pero más allá de este desolador panorama reciente, ¿no cabe considerar la historia de los dos últimos siglos -la era industrial- como el despliegue de una gigantesca "burbuja fósil" que ahora se encuentra próxima al estallido? En las burbujas inmobiliaria y financiera, los especuladores "toman prestado del futuro" y la pompa de jabón estalla cuando se hace evidente que esas deudas no podrán ser reembolsadas. En la burbuja fósil, hemos estado tomando prestado del pasado -muy irresponsablemente- la gigantesca riqueza de hidrocarburos fósiles acumulada a lo largo de millones de años. Ahora comenzamos a ver el fondo del arcón: el tesoro se acaba.

En efecto, durante el siglo XX, Homo sapiens se transformó en Homo hydrocarbonus (gráfica expresión que ha utilizado en alguna ocasión Jacques Grinevald), o más concretamente en Homo petroliensis. En pocos decenios dilapidó un precioso regalo fósil heredado de miríadas de antepasados biosféricos, quemando la energía condensada en el petróleo con una imprevisión e inconsciencia que impresiona.

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Construyó así una "civilización de alta energía" basada en un exuberante derroche de energía fósil; y de alguna forma se engañó a sí mismo pensando que podría mantener siempre ese costoso tren de vida. Pero el petróleo es un recurso finito que hemos derrochado a manos llenas. El "capitalismo fosilista" será un breve experimento en términos históricos, y ahora llega el momento de un doloroso despertar.

¿Qué viene después de la era del petróleo? La necesidad de rehacer nuestras economías, nuestras sociedades y nuestras culturas, y partimos con unas muy malas condiciones de base para hacerlo. Interviniendo en el vivo debate actual sobre modelos energéticos, el catedrático de la Universidad de Barcelona, Mariano Marzo, argumentaba: "Los ecologistas no pueden seguir defendiendo el cierre de las nucleares. Se han quedado anticuados porque si no se cuestiona el modelo actual de crecimiento socioeconómico, las renovables no cubren la demanda existente. Y cambiar el modelo económico es imposible..." El modelo económico está destruyendo a marchas forzadas las perspectivas de que perdure una humanidad libre en un planeta habitable, ¿y cambiarlo va a ser imposible? Pero ¿acaso no ha cambiado, muchas veces en el curso de la historia? ¿No ha cambiado en tiempos recientes, desde el capitalismo keynesiano hacia el neoliberal? ¿Por qué el capitalismo neoliberal sería el único régimen socioeconómico de la historia humana que se congelaría en un Reich de los mil años? ¿Quién defiende posiciones de verdad anticuadas -por no decir nihilistas- en ese debate? Después de haber visto a George W. Bush y su equipo de economistas neoliberales nacionalizando -parcialmente, y no precisamente atendiendo al interés de las mayorías- el sistema bancario estadounidense en el otoño de 2008, ¿vamos a seguir pensando que no se puede transformar ese insostenible sistema socioeconómico?

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No olvidemos nunca que lo que no resulta posible en tiempos "normales" -cambiar el modo de producción y consumo, por ejemplo-, es posible en tiempos extraordinarios. Nuestro tiempo no es "normal": hace falta que esa verdad llegue a las conciencias de nuestras conciudadanas y conciudadanos.

Jorge Riechmann
Profesor de Filosofía Moral y Política de la UAB y colaborador de ISTAS

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