¿Cómo desenmascarar al bisfenol A?

El bisfenol A (BPA) es uno de los compuestos químicos de mayor producción mundial. En 2005, su producción fue de 3 000 000 toneladas. En Europa, cuatro compañías producen un total de 1 400 000 toneladas al año en seis factorías, una de ellas en el sur de España (Cartagena, Murcia), con más de 250 000 toneladas al año.

BPA es el monómero empleado para la síntesis del policarbonato plástico utilizado en multitud de aplicaciones gracias a su dureza y resistencia térmica. Se usa también en la fabricación de resinas epoxi, fenoxi, polisulfona y determinadas resinas de poliéster, además de como aditivo en retardantes de llama o en el caucho. El policarbonato pesa poco, es duro y transparente, y resiste muy bien el calor y la electricidad. Se usa, por tanto, en una gran variedad de productos como soportes digitales, equipamientos eléctricos y electrónicos, automóviles, contenedores reutilizables para comida y bebidas, equipos médicos y muchas otras aplicaciones. Las resinas epoxi se utilizan en laminados eléctricos para placas de circuito impreso, pinturas y adhesivos compuestos, y en una gran variedad de recubrimientos de protección (como láminas protectoras en latas de metal para mantener la calidad de los alimentos y bebidas que contienen), en tapones de botellas y en tuberías de suministro de agua. BPA se usa, además, como aditivo en otros plásticos, formando parte de la composición de productos tales como materiales ignífugos, líquido de frenos o papel térmico, y de numerosos productos de utilización diaria, como juguetes o lentes oculares. Algunas resinas epoxi se usan también como selladores en tratamientos dentales.

El consumo de este compuesto crece anualmente debido fundamentalmente a la fuerte demanda para la fabricación de policarbonato (71%). La producción masiva y el uso tan extendido de este compuesto implican su emisión continua al medio ambiente.

BPA es un reconocido mimetizador hormonal desde que en 1938 los investigadores que lo sintetizaron advirtieran su comportamiento como estrógeno en modelos animales. Años más tarde se han descubierto también sus propiedades como anti-andrógeno y su capacidad para interaccionar con las hormonas tiroideas, o inducir diabetes. La elevada disponibilidad de BPA en el entorno y su actividad hormonal advierten de que los efectos adversos sobre la salud humana son verosímiles y esperados. A pesar de ello, aun hoy día muy pocos estudios han explorado las relaciones entre los niveles de BPA y los efectos en la salud humana. No obstante, algunos grupos de trabajo han monitorizado los niveles de exposición a BPA en el ser humano, utilizando para ello distintas matrices biológicas: sangre, orina, leche materna, entre otros. Los datos encontrados concluyen que la mayoría de la población está expuesta a este monómero del plástico. De particular interés son los niveles que se han encontrado en mujeres embarazadas, sangre fetal, cordón umbilical, placenta y líquido amniótico, debido a la alta sensibilidad del feto en desarrollo a la exposición a compuestos químicos que se comportan como hormonas.

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La exposición generalizada a BPA tiene su origen en muy variadas fuentes en el medio ambiente. Numerosos productos de consumo contienen y liberan BPA. Su contenido ha sido medido, por ejemplo, en contenedores de comida, plásticos, biberones y selladores dentales, bajo condiciones normales de uso. BPA también ha sido detectado en un amplio rango de alimentos envasados en latas con resinas epoxi y descrito como un contaminante habitual en agua potable, aire y partículas de polvo. Todos estos estudios han permitido estimar y definir cuál es el grado de exposición humana a través de productos de consumo. Sin embargo, para poder explicar los niveles circulantes descritos en humanos, los modelos farmacocinéticos sugieren que se requeriría una ingesta mayor. Esta discrepancia podría explicarse bien porque: 1) la exposición a BPA sea mucho mayor de lo que se ha sugerido, o 2) a largo plazo, la exposición continua ocasionaría bioacumulación de este compuesto, lo que supondría niveles de BPA que no están representados por ninguno de los actuales modelos de metabolismo de BPA propuestos, basados en administraciones agudas y únicas.

De acuerdo con los modelos lineales de la toxicología clásica, BPA debería ser inocuo a las concentraciones a las que los humanos están expuestos. La mayoría de los estudios descritos concluyen que la exposición del hombre a BPA es extremadamente baja, generalmente por debajo de cualquier límite legal establecido para la actividad tóxica del compuesto. Sin embargo, no todos los autores consultados coinciden en estas estimaciones, y consideran que la suma de la exposición procedente de diferentes vías es superior a la esperada. Además, los niveles de BPA medidos en muestras humanas están dentro del rango descrito como causante de efectos en animales de laboratorio, así como en ensayos in vitro, lo que obedecería a mecanismos de actuación distintos a los considerados en la toxicología más clásica. Por lo tanto, es perfectamente posible, e incluso probable, que estos niveles sean biológicamente activos, con potencial obvio de causar enfermedades o disfunciones particulares.

La mayor parte de los estudios publicados sobre efectos de BPA en animales de experimentación, realizados tanto en el ámbito académico como de financiación gubernamental, confirman los efectos a bajas dosis. Sin embargo, prácticamente el 100% de los estudios financiados por la industria no advierten de ningún tipo de efecto adverso. Esta extraordinaria disparidad, virtualmente imposible de atribuir a variaciones del azar, es un rasgo característico de la literatura sobre los efectos del BPA a los niveles de exposición humana actual, y aumenta la controversia en este campo del conocimiento.

La pregunta que hay que hacerse es si BPA es seguro, y si no lo es, qué medidas deberían adoptarse para proteger la salud de los ciudadanos. La respuesta a estas cuestiones implica una evaluación crítica del proceso histórico utilizado para definir y evaluar la seguridad de los nuevos compuestos químicos de síntesis, impulsada por el nuevo conocimiento científico, junto con la reforma de las medidas legislativas que regulan y limitan la exposición a contaminantes medioambientales. Conocemos algunas iniciativas decididas, como la del Gobierno de Canadá, que han sabido actuar de forma precautoria, aconsejando sobre las restricciones de uso de policarbonato en la alimentación infantil. Pero es necesaria una toma de postura general por parte de gobiernos y legisladores, encaminada a:

  1. Facilitar información a los consumidores acerca de la presencia de BPA, de las fuentes de exposición más habituales y sus efectos potenciales.
  2. Obligar a fabricantes y proveedores a informar sobre la existencia del monómero en sus productos, especialmente en los destinados a la población infantil.
  3. Incentivar la fabricación alternativa de envases o productos que no lo contengan.
  4. Promover la investigación centrada en la caracterización de las vías de exposición y los niveles individuales de los contaminantes ambientales más habituales con efectos sobre la salud, lo que permitirá monitorizar los niveles en la población general en diversas zonas geográficas.

El estudio de la exposición ambiental y alimentaria a BPA, dentro del contexto social, familiar y de los estilos de vida en que ocurre, ayudarían a identificar factores predictivos del riesgo y permitiría desarrollar medidas preventivas adecuadas.

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