París: un gran reto

Pedro J. Linares. Secretario de Salud Laboral y Medio Ambiente de CCOO

La COP21 de París tiene un gran reto por delante al que tiene que dar respuesta.

Han sido varios años de preparación que deberían concluir en un acuerdo vinculante para las partes. Hoy se puede decir que existe cierta sensación de urgencia, un sentimiento de que los próximos años son vitales para nuestro planeta.

Durante mucho tiempo los debates han versado sobre en qué momento se alcanzarían los límites de nuestro planeta, hoy, las evidencias científicas son tan contundentes que la “no acción” no es una opción. O se adoptan y se implementan acciones climáticas ahora o el tiempo sólo agravará las mismas.

La ciencia es contundente, los cambios derivados del calentamiento global del planeta ya se están produciendo, los fenómenos climáticos extremos son cada vez más habituales, por lo que mantenerse dentro de ciertos límites, al menos por debajo del incremento en 2o C, debe ser el objetivo. Si el grado de ambición fuera superior, las posibilidades de éxito también aumentarían. Para permanecer por debajo de los 2o C habría que reducir las emisiones entre un 40% y un 70% a nivel mundial entre 2010 y 2050 y disminuirlas hasta un nivel nulo o negativo en 2100.

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El reto de la Cumbre de París, por tanto, es situarse en esos escenarios. Es pasar de la retórica a la acción a nivel global. Cualquier acuerdo que no tenga la ambición suficiente sería un fracaso de difícil reparación posterior.

Por ello, el primer objetivo es alcanzar un acuerdo lo suficientemente ambicioso en cuanto a la reducción de emisiones, que tenga carácter vinculante y que incorpore mecanismos suficientes para el control y seguimiento de dichos compromisos. Antes de la Cumbre los países deben hacer públicos sus planes para la reducción de emisiones, deben publicar la previsión de sus contribuciones a nivel nacional. A fecha de hoy, las contribuciones nacionales anunciadas no son suficientes para conseguir los objetivos de reducción de emisiones. Los países, y en mayor medida aquellos que más emiten, deben incrementar el grado de compromiso. De no hacerlo, la Cumbre de París sólo podrá ser calificada de fracaso.

Pero además, es necesario que los gobiernos cumplan sus compromisos y para ello se necesitan mecanismos de control que permitan monitorizar el grado de cumplimiento de los mismos, y además, es imprescindible que dichos compromisos puedan ser revisables para adecuarse a posibles escenarios futuros.

El otro gran reto debe ser el de implementar políticas que en los procesos de adaptación necesarios atiendan las necesidades de las poblaciones más vulnerables y en este sentido para el movimiento sindical internacional la Cumbre debe incorporar elementos de transición justa y trabajo decente como referencias explícitas de las políticas climáticas. La adaptación al cambio climático exige la transformación de los modelos productivos, la descarbonización de las economías, lo que supone también oportunidades, no menores, de negocio, a la vez que la destrucción de otras actividades económicas. Estos procesos de transición deben, necesariamente, incorporar elementos de protección de las poblaciones trabajadoras, la justicia social y laboral debe formar parte del cuerpo del futuro acuerdo. El futuro Acuerdo de París deberá reconocer que el respeto y la protección y promoción de los derechos humanos son requisitos fundamentales de cualquier acción climática global y que los mismos deben abarcar la igualdad de género con la plena participación de las mujeres y la conformación de un modelo de transición justa para la fuerza de trabajo.

 

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