Joaquín Araújo, maestro de naturalistas y de periodistas ambientales amén de “fundador de bosques” –así suele presentarse él con no disimulado orgullo–, nos regala esta vez dos libros aún más cercanos al temblor lírico de lo que ya lo están otras publicaciones suyas. El agua llena de vida y dispensadora de la misma, y el aire lleno de caminos que siguen sus criaturas, las aves, son esta vez la ocasión para que Araújo siga desplegando su fidelidad a todo lo que vive.

Breves poemas –a menudo haikus– y aforismos que con poquísimas palabras acompañan, latiendo, el latido de un momento de vida. Dos libros que colmarán de transparencia a quien se acerque a ellos. Entregándole conocimiento del que no sirve para dominar, sino para quedar vinculado:

“En la fuente nace mucho más que un caudal: nace la posibilidad de que todo nazca.”
“Rutas del aire,/caminos sin camino,/ inteligencia.”
“Nosotros, prisa /que nos revienta dentro./Ellas alcanzan.”

De la contemplación de las aves el autor extrae un horizonte de sabiduría: ese trayecto –ilustrado con los sutiles dibujos de Juan Varela– queda a disposición de la lectora y el lector.

Jorge Riechmann