Entre la cantera y el jardín

Jorge Riechmann, Ed. La oveja roja, 2009, 160 pp.

Donde el colegio dice: "Para ser alguien, hay que ser el mejor". Donde la televisión dice: "No te conformes con menos". Donde el político vacía de contenido la palabra sostenibilidad y habla, habla y habla ante un público sumergido en su propio ombligo, incapaz de contemplar el largo plazo de sus decisiones. No se trata de si habrá tiempo para arreglarlo, sino de si seremos capaces de soportar la agonía de un tiempo fulminante, de un planeta distinto.

Junto a los títulos publicados anteriormente -Un mundo vulnerable, Biomímesis, La habitación de Pascal, Gente que no quiere viajar a Marte y Todos los animales somos hermanos-, Entre la cantera y el jardín puede situarse como pórtico de todas ellas en lo que Jorge Riechmann ha dado en llamar como pentalogía de la autocontención. El prolijo análisis de la realidad al que nos tiene acostumbrados no deja de sorprender. Entre la cantera y el jardín es una nueva oportunidad de vislumbrar otros caminos de reflexión vital desde la óptica del ecologismo social. Bajo esta perspectiva, el autor vuelve a situar la poesía como fin en sí misma y, a la vez, considerarla intermediaria en el contrato social que los seres humanos debemos firmar con la Tierra. Todo ello encaminado a desarrollar una cultura de la sostenibilidad: el arte de vivir en armonía.

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Donde el movimiento ecologista dice "menos es más", hay un lugar reservado a la crítica tecnológica. Copiamos la naturaleza, pero no aprendemos sus ritmos; no aprehendemos su forma de salvaguardar el equilibrio. Pero la crítica debe ir acompañada de un cambio de mentalidad "acerca del producir". Esta reflexión refundida de otro libro de J. Riechmann, Todo tiene un límite: ecología y transformación social, se centra en desmentir la máxima productivista: "A mayor crecimiento , mayor posibilidad de progreso". De esta forma, el autor reinterpreta el concepto intrínsecamente asociado al c recimiento material para concluir que si la producción no fuera de bienes y servicios, sino que fuera "de humanidad", no se renunciaría a la noción de progreso. Una producción podría ser la de mejorar en términos de calidad las condiciones de vida desde la humanización de las condiciones de trabajo, la redistribución de riqueza y la conservación de un medio ambiente incontaminado.

La deliberación sobre "ética, producción, productivismo, progreso, amor y el arte de exprimir naranjas" lleva al autor a enfatizar la necesidad de desarmar la cultura de la satisfacción, detener la cultura de la velocidad y ahondar en procesos de reflexión profundos. A modo de propuesta, el ensayo y el tiempo se entrelazan para irrumpir en la pasividad e insuflar energía a la poesía: a las cuestiones de raíz que en ella se discuten y a la inquietud de espíritu que de ella resulta. Que otro mundo sea posible no es una consigna política, sino la experiencia de la poesía.

Entre la cantera y el jardín no está desvalido de argumentos para aseverar que la vida sería más satisfactoria en una civilización alternativa "ecologizada", como ya decía en Cántico de la erosión. Donde la satisfacción del ser humano procedería de su hacer; de su praxis repleta de sentido al desarrollar sus capacidades. Donde el deseo de mayor cantidad de mercancías sería sustituido por el esfuerzo por lograr objetos más bellos y duraderos. Donde el ser humano pudiera vivir el presente y el sueño de un futuro posible dentro de la naturaleza, y como parte de ella.

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Como si de una cebolla se tratase, al pasar una hoja, se desprende una capa de sentido y otra y otra, acompañada en todo momento por el maestro, hasta llegar a la conclusión de que el secreto está en caminar ligeramente sobre la Tierra.

Mariola Olcina Alvarado

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