Editorial

En el último lustro, la industria ha generado miles de sustancias químicas que se han utilizado sin prevención, realizando emisiones indiscriminadas, apenas conociendo su comportamiento o sus efectos sobre la salud humana y el medio ambiente.

Una proporción importante de estos compuestos, intensa y extensamente utilizados a escala industrial y comercial, son los disolventes orgánicos. Algunos de estos disolventes, y particularmente los disolventes clorados, como el cloruro de metileno, el percloroetileno o el tricloroetileno, son muy tóxicos para la salud humana y perjudiciales para el medio ambiente.

Numerosas enfermedades pueden asociarse directamente a la exposición prolongada, e incluso a corto plazo, a disolventes orgánicos, como pueden ser afecciones del sistema nervioso, de las vías respiratorias, dermatitis, etc. Muchos de los síntomas de enfermedades irreversibles, como las lesiones cerebrales, sólo aparecen a medio o largo plazo, dificultando las posibilidades de actuación anticipada para establecer mecanismos de protección y prevención como, por ejemplo, implantando la sustitución de los disolventes por agentes no nocivos.

El desconocimiento general sobre las sustancias que se utilizan por parte de los trabajadores y trabajadoras, sobre sus efectos, y las escasas o nulas medidas de prevención, agravan los ya serios riesgos que conlleva la manipulación de una sustancia peligrosa. Atender a esta desinformación generalizada en el ámbito productivo en relación a la utilización de disolventes, es el objetivo principal de este boletín monográfico. En las siguientes páginas, se pretende introducir la problemática general para la salud y el medio ambiente relacionada con estos compuestos, y profundizar sobre dos procesos específicos de sustitución, ofreciendo así algunas alternativas que se vienen desarrollando con éxito en este campo.

La industria tiene un importante compromiso con sus trabajadores/as, su comunidad y el medio ambiente. El concepto de producción limpia recoge el desarrollo de estas responsabilidades desde la actividad industrial. La industria deberá orientar su actividad hacia la prevención de la contaminación y de los riesgos ocupacionales, que en muchos casos, y en particular con los disolventes orgánicos, obliga a una sustitución progresiva de sustancias peligrosas.

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