Conferencia de Viena

Nuevos acuerdos para la protección de la capa de ozono.

El Protocolo de Montreal sobre sustancias que destruyen la capa de ozono, firmado en 1987, se ha ido actualizando a la vista de su insuficiencia para detener la progresiva destrucción de la capa de ozono. En todas esas enmiendas se fueron añadiendo nuevas sustancias a controlar bajo el Protocolo, y se acordaron nuevas fechas de reducción y/o eliminación de las distintas sustancias. Algunos países, y también la Unión Europea, han adoptado, para algunas sustancias, calendarios más estrictos que los del Protocolo de Montreal.

José Luis García Ortega
Responsable Campaña en defensa de la capa de ozono de Greenpeace España.

LA CAPA DE OZONO SUCUMBE ANTE LA INDUSTRIA QUÍMICA

El objetivo de la Cumbre de Viena fue reformar el Protocolo de Montreal, para restringir aún más los compuestos químicos que destruyen el ozono. El resultado, sin embargo, ha sido absolutamente decepcionante, prácticamente a medida de los intereses de las multinacionales químicas.

Los CFCs ya estaban prohibidos en los países industrializados, aunque con excepciones (caso de Atochem, que sigue frabricándose en España). Sin embargo, en los países en desarrollo siguen permitidos 15 años más, tras una decisión de retrasar el anterior acuerdo en 5 años. Es la primera vez en la historia que las fechas de eliminación de una sustancia destructora del ozono se retrasan, en vez de adelantarse.

Los HCFCs, destructores del ozono que originalmente aparecieron como sustitutos de “transición” para los CFCs, siguen permitidos otros 38 años en los países industrializados, tras un acuerdo que simplemente maquilla la normativa anterior para dejarla prácticamente como estaba. Además, en los países en desarrollo, su producción podrá aumentar sin restricciones durante 20 años.

Más vergonzoso aún ha sido el acuerdo sobre el fumigante agrícola bromuro de metilo, combinando lo peor de las distintas propuestas presentadas. En los países industrializados, se pospone cualquier reducción hasta el año 2001, con excepciones apenas definidas, y se fía una fecha simbólica de eliminación para dentro de 14 años (con más excepciones). Demasiado tarde para un gas que, medido durante un periodo de 5 años, tiene un potencial de destrucción del ozono 25 veces mayor que los CFCs. A los países en dessarrollo no se les fija ninguna fecha de eliminación, y de hecho el único acuerdo supone incentivar su uso en los próximos tres años.

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Es paradójico ver como los distintos gobiernos mantienen férreas posiciones para defender su derecho para fabricar y usar sustancias destructoras del ozono, intentando debilitar al máximo el Protocolo de Montreal, y luego, cuando se les exige actuar para prohibir tal o cual sustancia, se escudan en que el Protocolo, que ellos mismos han elaborado, aún no es posible.

El Gobierno español fue uno de los principales obstáculos para lograr incluso esos dos tímidos acuerdos, abusando de su condición de presidente de la U.E. Las presiones de empresas como Agroquímicos de Levante, importador de bromuro de metilo, o Atochem, eran muy fuertes. Sin embargo, la campaña de Greenpeace, en la que muchos socios y simpatizantes participaron enviando cartas y mensajes al Gobierno, sirvió para que en el último momento aceptasen un consenso y evitar unos resultados aún peores. No obstante, esta presión habrá que mantenerla para que se impida a Atochem seguir fabricando CFCs en nuestro país.

 

Arturo Gonzalo Aizpiri
Director General de Política Ambiental. MOPTMA.

LA POSICION DE ESPAÑA EN LA VII CONFERENCIA DE LAS PARTES DEL PROTOCOLO DE MONTREAL

España acudió a la Conferencia de Viena con una responsabilidad especial, por ostentar durante el segundo semestre de 1995 la presidencia del Consejo de Ministros de Medio Ambiente de la Unión Europea.

Fue necesario, por tanto, obtener en primer lugar una posición común de los quince Estados miembros de la UE, lo que ocurrió en el Consejo de Ministros celebrado bajo presidencia española en Luxemburgo el 6 de octubre de 1995. Para ello fue preciso vencer la resistencia de algunos países que consideraban suficientes los compromisos contenidos en el Reglamento comunitario EC 3093/94, más exigente que el propio Protocolo de Montreal. Finalmente, los ministros acordaron por mayoría cualificada los objetivos reflejados en el cuadro adjunto, introduciendo reducciones adicionales tanto en el techo de consumo de los HCFCs como en los niveles de producción y consumo de bromuro de metilo a partir del año 2005. España votó afirmativamente en ambos casos, contrariamente a otros países mediterráneos que consideraban excesivos los compromisos.

En el transcurso de la Conferencia de Viena, la presidencia española de la UE debió buscar una posición de consenso entre la postura europea y la de otros países desarrollados, liderados por Estados Unidos. Ello no fue fácil, ya que EE.UU. se mostraba dispuesto a introducir el objetivo de eliminación de bromuro de metilo, pero muy reticente a modificar las previsiones del Protocolo para los HCFCs. Contrariamente, los países mediterráneos de la UE consideraban inaceptable la eliminación del bromuro de metilo, por las dificultades que eso supondría para su agricultura, que quedaría en desventaja comparativa ante la de los países de la ribera sur del Mediterráneo, que en algún caso ni siquiera han ratificado el Protocolo de Montreal.

La intensa actividad negociadora de la delegación española, encabezada por el ministro José Borrell, fue clave para poder alcanzar finalmente, tras la celebración de dos Consejos de Ministros de la UE improvisados durante la propia Conferencia, el nuevo acuerdo que introduce la eliminación del bromuro de metilo en el año 2010, lo que seguramente constituye el mayor éxito de la Conferencia. Como salvaguarda para la agricultura europea, el acuerdo se completó con la prohibición de las exportaciones de bromuro de metilo a los países que no son parte del Protocolo. En relación a los HCFCs se produjo también un avance, aunque modesto por la actitud inflexible de Estados Unidos.

También en lo referente a los países en vías de desarrollo el trabajo fue arduo, ya que India, China y Kenia se opusieron tajantemente al establecimiento de nuevas medidas de control. A pesar de ello, en interminables sesiones de madrugada terminaron por aceptarse compromisos de congelación en el consumo de HCFCs y bromuro de metilo por parte de esos países.

En conclusión, Viena supuso un paso adelante en la protección de la capa de ozono, y estoy sinceramente convencido de que la participación española contribuyó de forma importante a evitar que la Conferencia terminara en fracaso.

Ello no significa que debamos sentirnos plenamente satisfechos, la situación de la capa de ozono sigue siendo alarmante, y, sin ninguna duda, nuevos esfuerzos serán necesarios en los próximos años.

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