Productos limpios

El cuestionamiento de los productos, y ya no sólo de los procesos industriales, se hace cada vez más evidente al evaluar los problemas medioambientales desde una perspectiva global e integrada. Los cambios necesarios desde este planteamiento requieren de una reestructuración profunda de todo nuestro modelo económico actual que se basa, cada vez más, en productos de usar y tirar, en una gran dependencia sobre materias primas tóxicas y de recursos no renovables. La fabricación de productos limpios, por tanto, implicaría transformar este modelo desde la fase de diseño hasta que el mismo producto desaparece («de la cuna a la tumba»).

Algunos productos ya están siendo prohibidos o están amenazados de ello en algunos países, como son los CFCs, los PCBs, el PVC, algunos disolventes como el tricloroetileno o el percloroetileno, algunos metales pesados (mercurio, cadmio o plomo), algunos pesticidas, entre otros. Diversos países, incluso, han comenzado a buscar alternativas a estos productos mediante el desarrollo de normativa, acuerdos voluntarios, incentivos económicos o fiscales o de medidas de I+D con el fin de transformar la sociedad hacia un modelo más ecosostenible.

La participación de los trabajadores/as se hace imprescindible para asegurar que los cambios se produzcan de forma armonizada y progresiva, introduciendo elementos que permitan garantizar la estabilidad de las condiciones de empleo y de calidad de vida. Los principios para una «Transición Justa» para todos los sectores de la sociedad han sido expuestos en numerosas ocasiones en números anteriores de Daphnia.

Modelo de producción lineal

Por lo general nuestra economía se basa en un modelo de producción lineal, donde los recursos están desconectados de los residuos y los ciclos (producción-consumopostconsumo) no se cierran. Las ventajas a corto plazo que proporciona el crecimiento sin límites de la producción, sin hacer frente a la contaminación asociada, se convierten tras el paso del tiempo en uno de los motivos de fracaso del sistema.

La extracción de los recursos naturales sin respetar su ritmo de renovación natural llevará a su agotamiento. La dificultad de cerrar los ciclos se incrementa con la introducción de materias primas de carácter peligroso en los procesos productivos. Cuando esto ocurre la toxicidad está presente en las emisiones gaseosas, en los vertidos líquidos, en los productos, en los subproductos o en los residuos; es decir, están en mayor o menor concentración en todos los ámbitos o fases mencionados, representando un riesgo potencial muy elevado para la salud de los trabajadores y trabajadoras, los ciudadanos y el medio ambiente.

A lo largo de todo el ciclo de vida de los productos se generan residuos indiscriminadamente. Desde la misma fase de diseño se «planifica la obsolescencia» de los productos. Obsolescencia que resulta más rentable únicamente porque no se integran los costes reales de los recursos y la reparación de daños a personas y al medio ambiente (que por lo demás, en general, son irreparables en su totalidad). La OCDE calcula que en promedio, una tonelada de material desechado al final de su vida útil presupone - estimando por lo bajo- 5 toneladas de residuos en los procesos de manufactura y otras 20 toneladas en la extracción original de los materiales. En el Estado español se generan 600 millones de toneladas de residuos sólidos y gaseosos cada año, lo que corresponde a aproximadamente 40 kg por persona cada día (no se han podido cuantificar con precisión los vertidos líquidos).

Objetivo: Modelo cíclico de producción

La insustentabilidad del modelo de producción lineal, que se manifiesta en los aspectos anteriormente descritos, convierte en necesario que la sociedad se replantee la reconversión hacia un modelo de producción alternativo que genere productos con criterios medioambientales, y que se basaría en la búsqueda de productos duraderos, reutilizables, reparables, reciclables, poco intensivos en energía y materias primas en su fabricación, y de bajo consumo energético a lo largo de su vida útil.

La naturaleza se nos muestra –con todas las cautelas que este tipo de comparaciones requieren— como un modelo de sistema económico sustentable y de alta productividad, consistente en una «economía cíclica », totalmente renovable y autorreproductiva, sin residuos y cuya fuente de energía, el sol, es inagotable. En esta economía, las sustancias inorgánicas (los oligoelementos) se utilizan en tan pequeñas cantidades que se permite su renovación en la práctica, y cada residuo de un proceso se convierte en la materia prima de otro: los ciclos se cierran. Y es en este sentido en el que la humanidad debería plantearse orientar progresivamente su economía para integrar los procesos industriales y agrícolas dentro de los ciclos de la naturaleza. Es lo que podemos considerar como la reconversión hacia la producción limpia.

Si se asume el principio de que todo aquello que interviene en un ciclo económico de producción y consumo tiene después que reintegrarse adecuadamente a los ciclos naturales de la biosfera, se deriva que habría que tender al abandono de sustancias peligrosas. Si bien sus elementos proceden de los ecosistemas naturales, la propiedades tóxicas suelen adquirirlas gracias a la manipulación física, química o biológica que ejerce el ser humano (es decir, la obtención de metales pesados a partir de la extracción minera, la electrólisis de la sal común para obtener cloro, la alteración del ADN para obtener un organismo modificado genéticamente, etc.). Quizá no podemos aspirar a producir sin residuos (eso nos lo garantiza la termodinámica): pero sí que podemos producir sin contaminación, es decir, sin residuos inasimilables por la naturaleza y dañinos para los seres vivos.

Los productos limpios también tenderían a alejarse de lo «sintético», es decir, volver a utilizar recursos fácilmente reintegrables a la naturaleza (fibras naturales frente a las que son producto de la petroquímica, madera frente a plástico, etc); y en otros, reducir la manipulación y complejización de bienes y productos (por ejemplo los alimentos, electrodomésticos, aparatos electrónicos, etc.) para facilitar su reparación, reutilización y, quizá lo más importante, su degradación.

En este sentido, Barry Commoner nos recuerda en su emblemático libro En paz con el planeta que por cada compuesto orgánico producido por un ser viviente hay en algún lugar del ecosistema una enzima capaz de descomponerlo (las enzimas son proteínas que catalizan las reacciones bioquímicas, entre ellas la degradación de los compuestos).

Es una regla inquebrantable. Los compuestos orgánicos no susceptibles de degradación enzimática no son producidos por seres vivos. La ausencia de una sustancia particular en la naturaleza es frecuentemente una señal de que la misma es incompatible con la química de la vida.

La sustitución progresiva de muchos de los productos actuales por otros más compatibles con las capacidades del planeta también ha de basarse en la justicia social, es decir, que no caigamos en el error de transferir los efectos de una producción insostenible del medio ambiente a los trabajadores/ as o a la población. La producción limpia ha de lograrse en un marco de respeto a la salud de los trabajadores/as y ciudadanos, a sus opciones vitales, a su trabajo y a su cultura, además del respeto por el medio ambiente. La información y participación social en todas las decisiones que afectan su calidad de vida deberían considerarse un derecho.

EL EJEMPLO DE SUECIA

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Un ejemplo del compromiso y búsqueda de alternativas es el que manifiesta el Gobierno Sueco que en 1993 creó una «Comisión de Ecociclo» para promover y coordinar trabajos en este campo. Esta iniciativa se ve reforzada con la prohibición, o incentivación para la eliminación, de ciertas sustancias que en este país se ha venido estableciendo desde hace años como son: tetracloroetileno, tricloroetileno y cloruro de metileno, pinturas de base disolvente, plomo, mercurio, cadmio, compuestos orgánicos de estaño, PVC, HCFCs, algunos pesticidas, nonilfenol etoxilatos (agentes limpiadores), entre otros. La Comisión tiene el mandato de formular una estrategia para la transición hacia una sociedad ecocíclica en la que los productores son responsables de los bienes que producen. Esta misión abarca:

  • determinar las áreas prioritarias de acción teniendo en consideración la gestión de los recursos naturales y el riesgo de daños medioambientales;
  • formular objetivos y calendarios para aplicar el principio de responsabilidad del productor;
  • considerar la utilización de varios instrumentos normativos;
  • hacer seguimiento del desarrollo de acuerdos internacionales.

La Comisión ya ha presentado a su Gobierno borradores de legislación sobre la responsabilidad del productor de neumáticos, automóviles, materiales de construcción y del sector electrónico.

En este país se propone además para incentivar cambios en la producción la aplicación de diferentes instrumentos dependiendo de las categorías de productos, entre los que están los incentivos económicos y fiscales (y/o desincentivos). Los impuestos ya establecidos en Suecia sobre las emisiones de dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno y azufre o sobre fertilizantes y pesticidas han demostrado ser muy efectivos.

Paralelamente, en la Universidad de Lund existe un área de estudios específica sobre el desarrollo de productos limpios, que está aportando al debate internacional criterios y experimentos innovadores y significativos en este ámbito.

ALGUNOS EJEMPLOS DE PRODUCTOS LIMPIOS

A) Radio sin pilas

La idea surgió como modo de resolver los problemas para difundir información a gran escala que existe en amplias zonas de Africa, donde gran parte de la población aunque tenga radio no tiene dinero para pilas. La eliminación completa de pilas soluciona, además de aportar un medio de comunicación viable para poblaciones remotas, un problema de uso de sustancias peligrosas (metales pesados) y de generación de residuos.

El principio de este producto es la activación manual a través de darle cuerda con una manivela: con 60 vueltas se garantiza el funcionamiento de la radio durante 40 minutos. Si se apaga la radio antes de que se acabe la cuerda, se activa un conservador electrónico que reduce las revoluciones de 1,5 rpm a 0,1 rpm, conservando así energía hasta que se vuelve a encender la radio. Inicialmente se había diseñado para utilizar un material robusto y prácticamente sin necesidad de mantenimiento, como el plástico ABS (estirenobutadieno- acrilonitrilo), aunque se debería explorar la utilización de otros materiales locales más apropiados.

B) Sillas ecológicas

Un productor alemán fabricó un conjunto de sillas para oficina con el objetivo de que la silla, sus partes y los materiales a partir de los que se fabricó tuvieran la máxima durabilidad. Además, deberá estar preparada para la reutilización de alta calidad y consistir exclusivamente en materiales benignos (p.e. madera, cuero curtido naturalmente). En este sentido, al final del ciclo de vida, las sillas deberán ser retornadas, de forma gratuita, al fabricante para garantizar la reutilización de las partes y de los materiales. Se estimó que el sobrecoste por la devolución y reutilización o reciclaje sólo supondría un aumento en el precio de venta al público de 2-4%. Los problemas que surgieron inicialmente con respecto de los costes, organización del retorno del producto y participación del cliente se pudieron resolver. La silla tiene una vida útil de 30 años. Al ser retornada, cuando sea posible las sillas viejas se desmontan cuidadosamente, para que las partes viejas se separen, comprueben, renueven y utilicen en la fabricación de sillas nuevas. La reutilización se refiere al 90% de la silla vieja.

En el Estado Español se ha diseñado una silla fabricada a partir de un subproducto agrícola, que constituye a su vez en un recurso renovable: la cáscara de la almendra. Las cáscaras se pulverizan y mezclan con resinas naturales y sintéticas (aunque parece posible utilizar únicamente compuestos naturales), que tras aplicarle calor y presión la pasta se moldea transformándose en un producto sólido y rígido que retiene la forma del molde. El ingrediente básico se puede obtener a lo largo de todo el año y sin necesidad de dañar al árbol.

C) Prendas de algodón

Varias empresas han ido incorporando medidas medioambientales a todo el ciclo de producción de algodón, desde la fase de cultivo, tratamiento y elaboración de prendas hasta la reutilización y reciclaje de prendas al final de su vida útil. La reducción del uso de fertilizantes y pesticidas químicos reducen, además de los daños medioambientales conocidos, se eliminan los efectos negativos que éstos entrañan para la salud de los trabajadores y trabajadoras expuestos. En su lugar se utiliza compost vegetal y abono animal. El abandono de aerosoles defoliantes implica mayor mano de obra, implicando a su vez mayor creación de empleo.

En un caso se han eliminado por completo las fases de blanqueo y de teñido, eliminando así la contaminación derivada de los mismos (como sustancias organohalogenadas, emisiones de compuestos orgánicos volátiles, etc.), a través de potenciar los colores naturales (abarcando gamas de marrón, verde y beige). En otro caso se ha sustituido la utilización de sustancias químicas (p.e. formaldehído) para la fase de secado por un sistema de acabado mecánico. Existen, además, ventajas económicas importantes por el ahorro en el uso de pesticidas, tintas y sustancias blanqueadoras.

D) Azulejos con cáscaras de mejillones

Las conchas de los mejillones constituyen un subproducto residual de la industria pesquera. Estos residuos son a menudo almacenados y finalmente vertidos al mar. Una alternativa que se ha desarrollado ha sido el aprovechamiento de estos residuos en una mezcla con cemento para fabricar azulejos.

Más información:

Estefanía Blount Martín
Dpto. de Medio Ambiente. C.S. de CC.OO.
Fernández de la Hoz, 12 - 28010 Madrid
Tel: (91) 319 76 53 Fax: (91) 310 48 04

Referencias:

1. «Cerrar los ciclos: la producción limpia», capítulo 6 de Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista. Jorge Riechmann (escrito en colaboración con Francisco Fernández Buey). Siglo Veintiuno de España Editores, Madrid 1996.
2. «Green Goods». Kretsloppsdelegationens Rapport 1995:5. Documento de la Conferencia Green Goods. Estocolmo, 1994.
3. «En paz con el planeta». Barry Commoner. Barcelona. Crítica. 1992.
4. «Experiencias de Producción Limpia en EE.UU. y Canadá». Beverly Thorpe y Joel Tickner. Curso de veranode la Fundación General de la Universidad Complutense: La Producción Limpia: El nuevo Desafío Industrial. El Escorial, 1997.

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