La apuesta por el ahorro y la eficiencia energética A. B. S. ISTAS

¿Qué modelo energético queremos?.

Los objetivos de implantación de este tipo de medidas se resumen en uno: conseguir una disminución del gasto energético. Un menor consumo de energía implica un menor impacto de las consecuencias que tiene: producción de emisiones contaminantes, entre ellas CO2, responsable del efecto invernadero y cambio climático; reducción de la dependencia energética nacional y el aumento de la seguridad en el abastecimiento energético.

Se entiende por ahorro energético las acciones, planes o medidas destinadas a evitar el consumo de energía. Suelen ser medidas sencillas y, en la mayor parte de los casos, incluso obvias, como no dejar encendidas luces de estancias vacías o no calentar lugares donde no vaya a haber nadie.

Las de más impacto son las relacionadas con la eficiencia energética. Un sistema es más eficiente energéticamente en la medida en que necesita menos energía para conseguir los mismos resultados. Obtenemos calor, luz, electricidad, movimiento, etc, pero con un menor consumo de energía. La sustitución y regulación del funcionamiento de equipos, mejoras en el suministro energético y el aprovechamiento y sustitución de fuentes energéticas que requieren un menor uso de energía son algunas medidas que contribuyen a una mayor eficiencia.

Un buen ejemplo lo constituyen las luminarias de bajo consumo, con menos gasto eléctrico que las convencionales incandescentes, pero que producen la misma cantidad de luces. O las calderas de alto rendimiento, algunas de las cuales funcionan a baja temperatura y consumen, por tanto, menos combustible aunque produciendo la misma cantidad de calor.

El potencial que ofrecen estos dos mecanismos en la disminución de producción energética se recoge en estudios como el Libro Verde de la Eficiencia Energética, elaborado por la Comisión Europea. Según este estudio, la Unión Europea podría ahorrar al menos un 20% de su consumo de energía actual si aplicase este tipo de medidas –equivalente al consumo total de energía de Alemania y Finlandia-, lo que supone un ahorro de 60.000 millones de euros por año. Para conseguirlo, se requieren una importante inversión en nuevos equipamientos y servicios de alta eficiencia energética, un campo en el que Europa es líder mundial, y que implicaría la creación de miles de empleos de alta calidad en Europa.

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Ahorro de combustibles

Según un estudio del Instituto de Diversificación y Ahorro Energético (IDAE), una conducción eficiente podría ahorrar en España un 15% del combustible utilizado, unos 2.555 millones de litros de combustible. Podrían circular gratis 2,6 millones de automóviles y se ahorrarían 2.134 millones de euros cada año. Además, se dejarían de enviar a la atmósfera 6,3 millones de toneladas de CO2,

La demanda energética en nuestro país crece cada año –un 4.2% en 2005–, y lo hace por encima del PIB, que se incrementó en un 3,4% en 2005. Este diferencial de crecimiento tiene un significado claro: a diferencia de lo que ocurre en Europa, cada vez necesitamos consumir más energía para producir la misma cantidad de producto. Es imprescindible aplicar medidas de ahorro y eficiencia para favorecer la competitividad, disminuir la factura energética y reducir la dependencia energética.

A pesar de esta situación de desventaja frente a sus socios europeos, España sólo cuenta con una norma que establezca ciertas líneas de acción para disminuir el gasto energético. Se trata del Plan de Acción de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética, más conocida como E4. El objetivo final de este plan es conseguir un ahorro de 42 millones de toneladas de CO2 en el periodo 2004-2012, una vez que todas las medidas se hayan puesto en marcha. En él se describen las medidas a desarrollar en distintos sectores: industrial, transporte, edificación, servicios públicos, equipamiento residencial y ofimático y en el de la transformación de la energía.

Recientemente, y con bastante retraso, el Gobierno ha aprobado el Código Técnico de la Edificación, en el que se recogen una serie de medidas que actualizarán la normativa que rige la construcción en España, adaptándola a las nuevas necesidades medioambientales y de sostenibilidad.

Esperemos que estas dos normas supongan un cambio de tendencia en la demanda energética en los próximos años.

En cualquier caso, son sólo un primer paso hacia un modelo energético más sostenible y competitivo.

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