El enemigo invisible

Contaminación por compuestos tóxicos persistentes.

En los últimos años, un número creciente de países están llevando a cabo estudios para evaluar la magnitud de la contaminación de sus ciudadanos por compuestos tóxicos persistentes (CTP).

En Estados Unidos y Alemania es donde se han realizado los estudios más completos. Muchos de ellos están identifican las causas de la contaminación por CTP. Se confirma, por ejemplo, el papel destacado que tienen los alimentos grasos de origen animal. El conocimiento de las fuentes de exposición contribuye a dinamizar las políticas públicas y privadas que más influencia tienen sobre la impregnación humana por CTP.

La contaminación por CTP es un conflicto socioecológico y sanitario consustancial a nuestros modelos de economía, cultura y sociedad. Los contaminantes tóxicos persistentes son sistémicos: son una de las principales características del sistema. La contaminación generalizada por estas sustancias es el resultado de nuestra organización social y de nuestros hábitos individuales y colectivos (agricultura, consumo, residuos, transporte). La distribución poblacional de los CTP es consecuencia de las políticas públicas y privadas que promovemos o aceptamos (consumidores, sindicatos, cooperativas, empresas, grupos de presión, organizaciones en defensa del automóvil o de la agricultura ecológica, etc. ); políticas sobre piensos, ganadería y agricultura, de la industria alimentaria y sobre seguridad alimentaria, sobre riesgos químicos, trabajo, energía, medio ambiente, residuos, reciclaje, educación, industria, transporte, impuestos, salud pública, sanidad... La contaminación generalizada por CTP es el resultado tanto de las componentes más activas de esas políticas como de las componentes más pasivas y negligentes: de sus inacciones y omisiones, de las rutinas cómplices e interesadas, de quienes eligen no visualizar los muertos, el sufrimiento y el gasto que causanlos CTP contribuyen a causar.

En España los datos relativos a CTP en personas proceden de estudios casi siempre fragmentarios, dispersos, poco accesibles, metodológicamente heterogéneos o débiles y a menudo de escasa validez externa y difícil comparación.

Los estudios del proyecto Infancia y Medio Ambiente (INMA) en mujeres embarazadas y niños muestran datos preocupantes: la exposición a compuestos como el hexaclorobenceno (HCB), el p,p´-DDT y otros CTP es común desde las etapas más tempranas de la vida,. Algunos compuestos, como el mercurio, se encuentran en bastantes recién nacidos en concentraciones elevadas.

La zona de España en la que se ha estudiado un mayor número de compuestos es la de Granada. Los resultados indican también una exposición generalizada de la población a un número alto de compuestos tóxicos. El equipo encabezado por los endocrinólogos Nicolás Olea y Marieta Fernández ha llevado a cabo también estudios pioneros a nivel mundial sobre el efecto combinado de las mezclas de compuestos a las que estamos expuestos. El análisis de los efectos sobre la salud de cada compuesto por separado tiene poco sentido.

Vigilancia y control

Existe una fuerte necesidad de un mayor compromiso en la vigilancia y control de los CTP por parte de todos los gobiernos (central, autonómicos, municipales). La vigilancia de salud pública sobre las concentraciones de CTP debería ser mucho más completa, representativa, regular y sistemática: tanto en el tiempo como en la cobertura de grupos sociales, de edad y género. Sorprendentemente, la perspectiva de género está a menudo ausente de los estudios. Necesitamos avanzar más rápido en la integración de los enfoques de género, sociales y ambientales.

Los trabajos científicos disponibles indican que existe una amplia y variable contaminación por CTP en la población general española, y que algunos compuestos se detectan habitualmente en la casi totalidad o en la totalidad de la población general; que la contaminación se produce principalmente a través de la ingesta de alimentos grasos, que portan dichos compuestos en dosis generalmente bajas; y que la contaminación por CTP no es un fenómeno minoritario ni aislado, sino que es un hecho generalizado, en España como en la mayoría de países del mundo.

En España y en otros países, la media -y probablemente también la mediana- de las concentraciones corporales de algunos CTP, como el DDT (y su principal metabolito, el DDE) parecen haber decrecido moderadamente en los últimos 20 años. Hasta fechas recientes los niveles (sanguíneos, en tejidos grasos) han sido altos en numerosas cohortes, y lo siguen siendo en subgrupos importantes de la población. Por ello, lo lógico es que sus efectos se estén produciendo, aunque no siempre se "notan" en las consultas médicas diarias. Existen indicios de que en las últimas décadas y a lo largo del país se han producido numerosas fluctuaciones, con tendencia a la baja, en los niveles de hexaclorobenceno (HCB), hexaclorociclohexanos (HCH) y policlorobifenilos (PCB), en algunos casos compatibles con un estancamiento de los descensos.

La contaminación por CTP de las personas, los demás organismos vivos y el medio ambiente se viene produciendo de un modo especialmente claro desde hace unos 50 años, con oscilaciones. Tras los aumentos en las concentraciones observados en muchas poblaciones durante las décadas de 1950 a 1970, algunos compuestos han tenido descensos importantes en los últimos 20 o 30 años. No obstante, los niveles humanos de otros CTP parecen haberse estabilizado. Un ejemplo serían los bifenilos policlorados (PCB). Existen asimismo compuestos de aparición más reciente, como los polibromodifenil éteres (PBDE) y los polibromobifenilos (PBB), utilizados como piroretardantes en múltiples bienes de consumo, cuyas concentraciones están aumentando.

Se observan grandes diferencias en los valores corporales de CTP detectados en los distintos estudios y dentro de un mismo grupo de población: las concentraciones de CTP de algunos individuos pueden llegar a ser más de 600 y hasta más de 5.000 veces superiores a los de otros. Es biológica y epidemiológicamente plausible que en estos subgrupos con concentraciones tan elevadas durante años, los CTP estén contribuyendo a causar patologías graves (ver tabla y figura 1).

Reflexionar colectivamente sobre las siguientes hipótesis nos parece de cierta relevancia:

  • Es probable que la distribución poblacional de algunos CTP explique una parte importante de la carga social que hoy suponen algunas de las enfermedades más prevalentes. 
  • En algunas de estas enfermedades es probable que la exposición durante toda la vida (o en ciertos periodos críticos) a dosis "bajas" tenga mayor relevancia causal que la exposición breve a dosis altas. 
  • Algunos efectos de los CTP pueden manifestarse en generaciones posteriores a las que inicialmente estuvieron expuestas a ellos. 
  • Es necesario que entre todos los agentes y organizaciones sociales valoremos la relevancia clínica, epidemiológica y sociocultural de los efectos más complejos y a largo plazo de los CTP.
  • Sin menoscabo de los beneficios sociales que algunos usos de los CTP han tenido, es probable que hoy diversas políticas públicas y privadas nos permitan evitar buena parte del impacto negativo -de la "factura"- que algunos CTP están teniendo sobre la salud y la calidad de vida de un buen número de ciudadanos.

Alimentación

La contribución de la alimentación a las concentraciones de CTP de los adultos de la población general sana parece ser a menudo superior a la de la ocupación y el lugar de residencia. Tengamos en cuenta que en un adulto la acumulación de CTP ha sido prácticamente constante, día a día, durante muchos años. Sólo una parte de esos años los habrá invertido -una minoría de la población general- en trabajos con una exposición alta a CTP. Y una inmensa mayoría de adultos sólo habrán vivido una parte de su vida en lugares con una contaminación alta a CTP. Por supuesto, hay que actuar en los lugares de trabajo y residencia en los que la exposición es alta.

Las concentraciones de CTP observadas en un momento dado en una población adulta son el resultado de la acumulación de CTP a lo largo de prácticamente toda la vida. Esa cronicidad de la exposición y de la acumulación en el organismo debe tenerse en cuenta siempre que se valora el papel de una fuente de exposición en un momento determinado. Claro que debemos preocuparnos por la contaminación humana que pueda causar una exposición laboral o una fuente de CTP cercana a un lugar de residencia.

La distribución de las concentraciones de los CTP debe efectuarse de forma prioritaria en el contexto poblacional, con una clara visión social, ecológica y de salud pública. Para ello, las curvas de la distribución poblacional de las concentraciones de CTP pueden ser de utilidad para la investigación, en la reflexión, en la definición de políticas y estrategias, y en múltiples actuaciones prácticas (figura 2). Las visiones fundamentalmente individuales o individualizadas tienen poco sentido en el caso de los CTP: apenas hay margen para la acción individual en beneficio propio. Es inaceptable que los riesgos de los CTP se quieran privatizar. Las causas de nuestra impregnación corporal por CTP son socioambientales, la naturaleza de la contaminación es en gran medida socioecológica, y su control exige de actuaciones de calado social, que son, evidentemente, de naturaleza esencialmente política y económica. Por razones culturales y morales hay que anticiparse a los intentos de biocomercialización de los CTP en el ámbito de la medicina privada. El abordaje clínico y poblacional de los CTP debe basarse siempre en conocimientos científicos.

Miquel Porta, Magda Gasull y Magda Bosch de Basea
Investigadores del Instituto Municipal de Investigación Médica de Barcelona

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