Aún hay margen para mejorar la ley de economía sostenible

En el momento en que este número de Daphnia ve la luz, la ley de economía sostenible (LES en adelante) está a punto de iniciar su trámite parlamentario.

Aprobado el anteproyecto de ley por el Consejo de Ministros y después de su paso por más de una veintena de consejos de consulta y participación, llega el momento de saber si las numerosas críticas y aportaciones serán tenidas en cuenta en el Parlamento.

Si la LES ha pasado por tantos organismos es por la gran variedad de materias que abarca. Presentada en mayo como la ley que debía ser el instrumento para el cambio de modelo productivo, la norma ha perdido protagonismo ante las medidas anunciadas en enero por el Gobierno, de las que se deduce que de la crisis se quiere salir con las recetas de siempre porque no hay ya margen para mayor gasto y no parece que el Ejecutivo esté por mejorar el equilibrio de las cuentas públicas por el lado de los ingresos.

Así, la que debía ser la gran iniciativa para la segunda mitad de legislatura ha dejado de serlo. Y si ya era dudoso que la LES -por sus contenidos dispersos y poco concretos en los más de los casos- fuese un instrumento útil para el fin perseguido, menos creíble es que lo sea ahora.

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Quien bautizó la ley no estaba pensando seriamente en que la resultante fuese una economía más reconciliada con el medio ambiente. O si lo hizo, era tan prisionero de esa forma de medir la sostenibilidad económica y social cómo limites a la sostenibilidad ambiental que no se atrevió a ser consecuente. La LES es un cajón de sastre con muchas medidas que quizá mejoren aspectos de la actividad económica tan diversas que no hay espacio aquí para analizarlas. La primera impresión es que se ha perdido una oportunidad una vez más.

Y eso que al incluir la energía y el transporte en el capítulo de sostenibilidad ambiental se entraba en la senda correcta. Sin embargo, la ley no establece objetivos más ambiciosos que los ya pre-existentes, abusa de los enunciados indicativos en lugar de establecer normas a seguir y no resuelve ninguna de las opciones estratégicas que deben tomarse para llegar a una economía baja en carbono. En materia energética, por ejemplo, se mantienen abiertas todas las opciones que podamos imaginar. Pese a un discurso a favor de las renovables no se encuentra ninguna medida que demuestre una apuesta decidida para superar la indefinición normativa actual que tanto daño hace al sector.

En ahorro y eficiencia son buenos los principios orientadores de las administraciones públicas, pero faltan recursos y normas orientados a desarrollar un mercado privado amplio para poner en pie el único sector que puede recoger el desempleo de la construcción. Por lo que se refiere al transporte, la LES no va más allá de las intenciones de la Estrategia Española de Movilidad Sostenible. Es especialmente preocupante la timidez con que se aborda la cuestión de los planes de movilidad de empresa.

Pese a esta valoración decepcionante, se está a tiempo de concretar algunos objetivos mínimos. Esperemos que para ello sirva el trámite parlamentario. Está ley no traerá el cambio de modelo deseado, pero aún puede traernos algún avance por el que hace tiempo venimos luchando.


Llorenç Serrano Secretario confederal de Medio Ambiente de CCOO


Llorenç Serrano. Foto: Javier Morales

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