La vida después de Copenhague

La sensibilización sobre el problema del cambio climático y los desafíos que entraña han sido posibles gracias, sobre todo, a tres factores: la base científica que han aportado los informes de evaluación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), el trabajo de divulgación y presión social que ha desarrollado el movimiento ecologista, y el liderazgo de la Unión Europea en el proceso de negociación internacional de políticas de reducción de emisiones.

Casualmente, estos tres pilares que habían conseguido colocar el cambio climático en la agendas de cientos de jefes de Estado de todo el mundo han sido derribados, bien poniéndolos en cuestión o reduciéndolos a la mínima expresión en el momento que más falta hacía, la Cumbre de Copenhague.

Cayeron uno a uno. Primero, cebando a la opinión pública con la idea de que los informes del IPCC no son rigurosos ni creíbles -el climategate-. Segundo, restringiendo drásticamente el acceso de la sociedad civil a las negociaciones y evitando así que pudieran ejercer presión sobre los países que bloqueaban el acuerdo internacional que allí se tenía que adoptar. Por último, la Unión Europea quedó aislada, marginada en las mesas de negociación, sin un papel decisivo en el acuerdo final.

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El Acuerdo de Copenhague

El resultado de la cumbre fue un texto, denominado Acuerdo de Copenhague, que no es propiamente un acuerdo ni política ni jurídicamente vinculante. Debido a la falta de consenso, la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas de Cambio Climático (CMNUCC) sólo pudo tomar nota del documento presentado para que, de forma voluntaria, pudieran adherirse los países con posterioridad. Teóricamente, el plazo límite para su adopción era el 31 de enero de 2010, pero en realidad como es voluntario, no existe. El texto establece elementos que podemos considerar de mínimos para las negociaciones futuras:

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  • Se reconoce la base científica de 2 grados de incremento de temperatura como el umbral que no se debe superar para prevenir interferencias climáticas peligrosas.
  • Sobre los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Se establece el 31 de enero como fecha hito para que los países del Anexo I (los desarrollados) comuniquen a la Secretaría de la CMNUCC sus objetivos de reducción de emisiones para 2020; así como para que los países no incluidos en dicho anexo comuniquen sus acciones de mitigación para la estabilización o reducción de su tendencia de aumento de emisiones. 
  • Sobre financiación a corto plazo. Se establece un compromiso colectivo de los países desarrollados para proveer con recursos nuevos y adicionales un fondo de alrededor de 30.000 millones de dólares para el periodo 2010- 2012 (6.800 millones de euros anuales), tanto para mitigación como para adaptación, destinado a los países en desarrollo, priorizándose a los menos desarrollados. Los fondos procederán de fuentes públicas y privadas, pero sin aclarar en qué proporción. España prevé aportar 300 millones de euros para ese trienio.
  • Sobre financiación a largo plazo. Se reconoce la necesidad de movilizar un fondo anual de 100.000 millones de dólares (alrededor de 73.000 millones de euros) para respaldar financieramente el futuro acuerdo hasta 2020. Las debilidades de los compromisos de financiación son la falta de seguridad para su obtención, ya que no se formula como un objetivo, y la falta de garantía de que sea adicional a la ayuda oficial ya existente para cooperación al desarrollo, educación, etc.

Estado de adhesiones al Acuerdo de Copenhague y declaraciones realizadas

A mediados de febrero eran ya un centenar los Estados que se habían adherido al Acuerdo de Copenhague. Estos países representan alrededor del 80% de las emisiones del mundo. Con los planes y metas que han presentado hasta ahora no podrán reducir las emisiones de acuerdo con lo que los científicos han indicado que es necesario para no superar los dos grados de incremento de temperatura e impedir los impactos más severos del cambio climático. El World Resources Institute estima que de manera agregada propuestas realizadas oscilaría entre el -12% y -18%.

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En la tabla adjunta se recogen los objetivos y estrategias, en cifras absolutas o relativas, de los principales países desarrollados, en desarrollo y economías emergentes, para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

¿Por qué la Unión Europea debe pasar del objetivo incondicional del 20% de reducción de emisiones al 30%?

Europa se ha comprometido unilateralmente a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 20% para 2020 y un 30% en caso de acuerdo internacional. Los sindicatos españoles y muchos otros grupos sociales y ambientales de la sociedad, proponemos que Europa pase al 30% de reducción no condicionado. ¿Y por qué?

  • Responsabilidad propia y diferenciada. Deberíamos cumplir con nuestra propia responsabilidad respecto al calentamiento global -no sólo si los demás lo hacen- y lo que señala el cuarto informe de evaluación del IPCC es que sólo reduciendo entre un 25-40% los niveles de emisiones de GEI de 1990 tendremos más garantías de no sobrepasar los 2ºC de temperatura (eso significa estabilizar en 450 ppm). Por otro lado, las investigaciones que están llevando a cabo tanto este panel de científicos, la NASA, el Hadley Center, etc. están indicando que probablemente haya que reducir aún más la concentración de GEI en la atmósfera para evitar los efectos catastróficos del cambio climático (no superar los 1,5o C, concentración superior a 350 ppm...). 
  • Las negociaciones de la ONU. Porque el compromiso del 20% como estrategia de negociación es ya una vía estéril para que los interlocutores acerquen posiciones, ha llegado el momento de que las partes no se afiancen en las mismas posturas que desembocaron en el fracaso en Copenhague. Ha llegado el momento de que la UE cree alianzas con aquellos países que son más constructivos en las negociaciones climáticas y aumentar la presión hacia las naciones que bloquean el camino hacia un tratado internacional para el clima. Europa necesita que ese tratado global se materialice, o tendrá más posibilidades de que se deslocalice su industria. 
  • Estrategia europea. Los compromisos de Kioto, aún insuficientes, han sido positivos. Han situado a la UE a la cabeza mundial de algunos sectores industriales y del conocimiento y hemos reducido nuestra factura y dependencia energética por lo que debemos mantener esa ventaja. Estamos ante la mayor reconversión productiva que jamás se ha dado, por su dimensión global y por la calidad del cambio que supone desvincular nuestro desarrollo futuro del uso de combustibles fósiles. Un cambio productivo así genera oportunidades y riesgos y las oportunidades son para los primeros en llegar. 
  • Una meta posible. El objetivo del 30% de reducción puede alcanzarse con un reparto equitativo de los esfuerzos entre los Estados miembros. Haciendo el ejercicio de cuánto esfuerzo supondrá, se estima que para España el objetivo del 20% supondrá entre un 26- 37% de las emisiones de 1990 -depende de cómo se aplique la contabilidad creativa-. Y esto es debido a que el año base de referencia para el cálculo será 2005, un año que fue elevado en emisiones.

Begoña María-Tomé
Coordinadora del Área de Cambio Climático y Energía de ISTAS
bmtome@istas.ccoo.es

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