Nicolás Olea y Marieta Fernández

Investigadores del Hospital Clínico de Granada, centro pionero en el estudio de los efectos de los disruptores endocrinos en la salud.

“La presidencia española de la UE sería un momento excelente para entender, digerir y aplicar el principio de precaución”
Circunstancias personales llevaron a la doctora Marieta Fernández en 1993 a trabajar en Estados Unidos con los profesores Soto y Sonenschein en Tufts University (Boston, MA, EEUU), centro en el que había trabajado el profesor Nicolás Olea desde 1987. Llegó al centro poco después de que tuvieran que paralizar toda la actividad investigadora por la contaminación interna con alquilfenoles, uno de los disruptores endocrinos más frecuentes, sustancias que pueden alterar el sistema hormonal, disminuir la fertilidad o provocar cáncer, entre otros efectos. Los alquifenoles provenían de los tubos de centrifugación que se utilizaban de manera rutinaria en el laboratorio. La actividad del grupo de trabajo -pionero en disruptores endocrinos- estaba centrada en la demostración de la actividad hormonal de contaminantes ambientales, como los alquilfenoles, y las consecuencias sobre cáncer de mama y próstata, motivo de las investigaciones de Olea. Ya en España, se integró en el equipo investigador del profesor Olea en el Hospital Clínico de la Universidad de Granada, un centro pionero en el estudio de los efectos de los disruptores endocrinos en la salud. Dolores Romano, coordinadora del Área de Riesgo Químico de ISTAS los ha entrevistado para Daphnia por correo electrónico. Como buen equipo que son, Olea y Fernández comparten las respuestas.
¿Por qué debería preocupar a los trabajadores la presencia de disruptores endocrinos en sus lugares de trabajo?
Ciertos problemas de salud se relacionan, sin demasiada dificultad, con la exposición directa a contaminantes ambientales. Para que esto ocurra la exposición del individuo debe ser evidente y estar bien documentada. Sin embargo, en muchos casos la exposición del trabajador es más sutil, menos evidente y sin dar signos aparentes de efecto nocivo. Es el caso de la exposición de madres o padres trabajadores, que ocurre de forma silente, con anterioridad a la concepción o durante el tiempo mismo del embarazo y que puede tener consecuencias importantes sobre el desarrollo embrionario y fetal. Aquí se encuadra, por ejemplo, la exposición materna a teratógenos -tóxicos para el fetoocurrida durante los primeros meses del embarazo que se reconoce como la causa mejor caracterizada de los defectos del niño observados al nacimiento. Igualmente, también incluye la exposición a compuestos químicos disruptores endocrinos que pueden afectar al desarrollo del niño de forma más sutil que, sin dar manifestaciones al nacimiento, sí que condicione una mayor susceptibilidad del niño a ciertas enfermedades en la vida adulta.
Sirva como ejemplo el hecho de que entre las hipótesis de trabajo del grupo se encuentra la sospecha de que la exposición del niño en el vientre materno determina la calidad del semen de ese hijo cuando sea adulto.
¿En qué aspectos de la disrupción endocrina se centra vuestro trabajo de investigación?
Primero recordaremos el significado de disruptor endocrino. El término engloba hoy día a un grupo de sustancias químicas de muy diferente origen, estructura y uso. Bajo este epígrafe se incluyen sustancias con propiedades estrogénicas y/o antiestrogénicas (mimetizadores o antagonistas de la acción de la hormona estradiol), androgénicas y/o antiandrogénicas (mimetizadores o antagonistas de la acción de los andrógenos), o mimetizadores o antagonistas de las hormonas tiroideas, entre otras. En algunas ocasiones se trata de compuestos a los que los test habituales de toxicidad no habían atribuido ningún efecto.
Algunos de ellos presentan gran estabilidad e inercia para reaccionar químicamente, por lo que reúnen características óptimas para haber sido y ser empleados aun hoy día en grandes cantidades y sin protección medioambiental alguna. Otros, son compuestos bien conocidos por su capacidad para acumularse y persistir en las cadenas tróficas, como es el caso de los contaminantes orgánicos persistentes (COP), sobre los que se han establecido medidas de control adecuadas. Por último, otros parecen no acumularse, pero su presencia como contaminantes en el entorno (agua, aire, alimentos, utensilios) es tan frecuente que la exposición diaria está asegurada.
Nuestro trabajo se centra en demostrar y denunciar la exposición de la población humana a estas sustancias con actividad hormonal, especialmente en períodos críticos del desarrollo o en momentos de susceptibilidad particular, tales como embarazo, infancia o adolescencia.
¿Qué otros grupos de investigación existen en España sobre estas sustancias?
Precisamente, este año nos habíamos propuesto retomar la Conferencia Nacional de Disruptores Endocrinos (CONDE), celebrada en distintas ciudades de España entre 1996 y 2005 con el objeto de reunir al máximo número de grupos de investigación relacionados con el tema. Tenemos identificados grupos en casi todas las comunidades autónomas y pertenecen al mundo de la biología, ambientalistas, químicos analíticos, clínicos y epidemiólogos. CONDE es el foro mas adecuado para la discusión dada la diversidad de formación de cada colectivo.
¿De qué datos disponemos en España sobre daños a la salud o al medio ambiente ocasionados por los disruptores endocrinos?
Numerosos estudios de campo y laboratorio han demostrado que la exposición a ciertos disruptores endocrinos ha contribuido a la aparición de efectos adversos sobre poblaciones y especies silvestres. Estos efectos varían desde cambios sutiles en la fisiología y comportamiento sexual de las especies hasta alteraciones permanentes de la diferenciación sexual. La mayoría de la información proviene de las especies acuáticas (las más afectadas), pero se han observado también efectos en especies terrestres. Los ejemplos en España van desde el imposex1 de los gasterópodos en las rías gallegas, al intersex2 de las carpas del río Ebro, pasando por los problemas reproductivos del halcón en la Meseta.
La relación causal entre exposición a disruptores endocrinos y efecto en humanos es relevante y plausible y se apoya en observaciones clínicas tan importantes como la experiencia humana con el fármaco dietilestilbestrol (DES) o las alteraciones observadas en hijos de trabajadores profesionalmente expuestos a algunos pesticidas clasificados, hoy día, como disruptores endocrinos. Desgraciadamente, la asociación entre exposición de la población general a estos compuestos químicos y riesgo de enfermedad ha sido escasamente explorada y con protocolos de trabajo no siempre bien orientados que han sido insuficientes para demostrar las pruebas de causalidad que los reguladores exigen. No obstante, enfermedades como cáncer de mama, malformaciones genitourinarias y calidad seminal deberán ser seguidas muy de cerca, dada la evidencia de asociación.
¿En qué aspectos ha avanzado el conocimiento científico sobre los disruptores endocrinos en los últimos catorce años?
Podríamos destacar varios aspectos:
  • En el conocimiento de las fuentes de exposición, que son múltiples e inadvertidas. Los disruptores endocrinos alcanzan el organismo humano fundamentalmente a través de una exposición ambiental «de fondo» y posiblemente en dosis bajas, en la mayor parte de los casos, aunque a menudo las concentraciones de los agentes químicos son similares a las de las hormonas endógenas.
  • En la identificación de nuevos compuestos químicos disruptores endocrinos provenientes de actividades de lo mas diverso, lo que dificulta las medidas de prevención de la exposición. La entrada en vigor de programas como el Convenio de Estocolmo, que facilita la eliminación y control de algunos compuestos químicos, contribuye a la regulación de algunas de estas sustancias con actividad hormonal.
  • En el empleo y uso de biomarcadores que permiten cuantificar de forma objetiva el efecto combinado de múltiples compuestos químicos, que actúan en rangos amplios de concentración, incluidos los valores considerados hasta ahora, en muchos casos, exentos de riesgo. Esta es una acción prioritaria de la UE que tendrá próximamente una especial atención al final de la presidencia sueca.
¿Qué respuesta ha habido por parte de la Unión Europea a este conocimiento?
Los Programas Marco V, VI y VII de investigación de la Unión Europea han aportado dinero específico en proyectos sobre disrupción endocrina con la participación multidisciplinar de expertos europeos en la materia. A este respecto, Europa ha estado a la cabeza de la investigación en este campo, sobre todo en lo que se respecta a los estudios epidemiológicos.
Sin embargo la adopción de medidas legislativas que regulen y limiten la exposición a estos contaminantes va mucho más lenta y se ve en la mayoría de los casos frenada por la propia inercia del sistema de evaluación del riesgo. Suponemos que en algún momento habrá que introducir un cambio sustancial en el proceso, que obliga a la demostración del daño para gestionar el riesgo.
¿Qué medidas consideráis que deberían adoptar las autoridades españolas?
Las autoridades españolas no parecen ser pioneras en la adopción de medidas medioambientales, salvo en momentos muy concretos que coincidieron con la implicación personal de una ministra de medio ambiente. Sin embargo, la próxima presidencia de España de la Unión Europea, durante el primer semestre de 2010, constituye un oportunidad única que debería ser aprovechada por nuestras autoridades para liderar actuaciones en este sentido, como sabemos tienen intención de hacer con temas tan candentes como el cambio climático. Pero hay más riesgos. Sería un momento excelente para entender, digerir y aplicar el principio de precaución. Entendemos que es la ocasión de oro para que la autoridad política deje de ser mera observadora del proceso y se implique plenamente como árbitro de un proceso que necesita cambios.
¿Qué papel podrían jugar los sindicatos?
Hemos aprendido algo en estos quince años de investigación sobre disrupción endocrina. Hemos aprendido que los pasos dados en prevención con mayor compromiso y más pragmatismo los ha liderado ISTAS. Han editado libros, libretos, folletos, avisos, centrados en la comunicación del riesgo, la explicación sencilla de la realidad y la indicación de pautas de comportamiento. No ha habido competencia. Nadie mas ha dado ese paso valiente. Nadie más ha tenido el coraje de traducir a la práctica diaria tanta "ciencia". Por esa razón, cuando nos preguntan tras una conferencia de divulgación: ¿qué podemos hacer?, los dirigimos hacia esas publicaciones y los animamos a seguir atentos a sus consejos. No es poco. Supongo que, además, como fuerza laboral, como miembro del juego social es mucho el papel que puede hacer, defendiendo la racionalidad de un proceso que debe estar centrado en la defensa del hombre frente al capital. Que debe situar al ser humano, su supervivencia como especie y su integridad por delante del enriquecimiento fácil de algunos. Si no lo hacen ellos, no se quién lo hará...
Dolores Romano
Coordinadora del Área de Riesgo Químico de ISTAS

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