Entrevista a Luis Jiménez Herrero

Director ejecutivo del Observatorio de la Sostenibilidad de España (OSE) desde 2005 y profesor de economía en la Universidad Complutense de Madrid, Luis M. Jiménez Herrero (Segovia, 1948) siempre ha llevado la "gorra medioambiental", primero como ingeniero y más tarde como economista, una formación multidisciplinar que le permite ahora acercarse a la sostenibilidad desde un enfoque integrador.

Desde hace años se sabe que la contaminación es un coste de clase

 Jiménez Herrero me recibe en el hermoso edifico de estilo plateresco de la Universidad de Alcalá de Henares, que alberga la sede del OSE. Los informes anuales de esta institución se han convertido en una referencia ineludible para conocer el estado del medio ambiente y sus implicaciones socioeconómicas en nuestro país.

Aunque los informes del OSE no contemplan un indicador específico que mida la pobreza en España, ¿qué conclusiones pueden sacarse a partir de otros parámetros?

En la dimensión social de la sostenibilidad, la variable más definitiva es la cohesión social. Y dentro de ésta, uno de los indicadores más claros es el riesgo de pobreza. Durante los catorce años de bonanza la tasa de riesgo de pobreza se situó en España en un 20%, sin que se modificara durante este periodo. No todo el crecimiento se traduce en desarrollo y bienestar, pero este indicador nos dice, además, que.tampoco el crecimiento, por sí mismo, asegura mayor inclusión social. No obstante, aunque los indicadores deben reflejar bien la realidad, no siempre es así y hay que analizarlos más allá de las relaciones superficiales, teniendo en cuenta las relaciones subyacentes y las interdependencias menos visibles, pero, a veces, más determinantes. Tanto es así que el indicador citado no se alteró tampoco el año pasado, en plena crisis, pues seguía en torno al 20%, con cuatro puntos por encima de la media de la UE. A la hora de reflejar el nivel de pobreza real en una situación de recesión como la presente, es más fiable el indicador de riesgo de pobreza entre los trabajadores. Aquí sí que han aumentado los trabajadores que están expuestos a la pobreza, mostrando una tendencia creciente.

¿Tenéis evidencias de la relación entre la calidad ambiental y la renta?

Sí, es una constatación que viene de lejos. Desde hace años se sabe que la contaminación es un "coste de clase" porque las más desfavorecidas son las que más posibilidades tienen de sufrirla, tanto los ciudadanos en su medio ambiente urbano como los trabajadores en su medio ambiente laboral. Las clases pudientes tienen más oportunidades de zafarse de la contaminación y disfrutar más del medio ambiente.

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Desde el OSE se insiste en la necesidad del cambio de modelo productivo.

Es imprescindible hacerlo, lo llevamos diciendo desde hace tiempo. Pero el cambio de modelo tiene que ser algo más que un cambio de modelo industrial. Por ejemplo, se nos olvida la dimensión territorial. Un 30% de la población, el mundo rural, ocupa el 90% del territorio. Las ciudades pesan mucho en el balance de la sostenibilidad, pero la articulación del territorio, la relación entre el mundo rural y las ciudades, es imprescindible para conseguir la cohesión y la sostenibilidad territorial. Hemos llegado a un punto en el que se ha producido el vaciamiento interior, mesetario, con la excepción de Madrid, y una concentración de la población y de la actividad económica en el litoral, es decir un proceso de litoralización. Hay que reconvertir este modelo. Uno de los mecanismos para buscar el reequilibrio es el fomento de las ciudades intermedias articuladoreas y policéntricas. Hay que encontrar mecanismos de compensación para los ruralitas que mantienen los eco sistemas, mediante fórmulas como el pago por servicios ambientales. Y además, debemos incluir los flujos de los ecosistemas y los valores patrimoniales en la contabilidad nacional.

El modelo productivo y de consumo actual nos ha llevado a una crisis ecológica global en el que el cambio climático se erige como una de las principales amenazas para la humanidad. ¿Pero, cómo les pedimos a países como China, India o Brasil que cambien de modelo cuando ni siquiera han alcanzado el bienestar material que existe en los países desarrollados?

Con nuevos modelos de cooperación de mutuo beneficio, en lugar del modelo de ayuda oficial al desarrollo (donantesreceptores), replanteando un nuevo eco-orden mundial. Los países que citas, entre otros, deben dar un gran salto estructural en su proceso de desarrollo, el llamado salto de la rana, evitando repetir los errores de los modelos contaminantes de los países industrializados, optando por modelos más ecoeficientes que, a su vez, serán más competitivos. Estos países tienen todo el derecho a alcanzar altas cuotas de desarrollo equiparables a las del mundo occidental, pero no pueden repetir nuestro modelo, entre otras cosas porque es un modelo dependiente y también ha sido impuesto. Es imprescindible que creemos un nuevo esquema de cooperación al desarrollo que no esté basado en la ayuda, que ya está obsoleto, sino en un modelo de beneficio mutuo, en un esquema de financiación adicional con nuevos mecanismos financieros (tasa Tobin) y de transferencia tecnológica ecológicamente racional y adaptada a las necesidades de los países empobrecidos.

¿Cuál es su opinión sobre los biocombustibles? Han pasado de ser vistos como parte de la solución a la crisis energética a los causantes de hambrunas, deforestación y aumento del precio de los alimentos.

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Si diferenciamos los combustibles de primera generación con los de segunda y tercera, la perspectiva es diferente. Es cierto que los primeros han causado efectos negativos en el medio ambiente y en determinadas poblaciones en la medida en que introducen una competencia "desleal" con los alimentos. Los biocombustibles, en cualquier caso, no deben ser un sustituto sino un complemento energético. No tiene sentido dejar de cultivar alimentos para producir cultivos energéticos. En España tendrían sentido los biocombustibles de segunda y tercera generación, en determinadas circunstancias, si se minimiza el impacto ambiental y se favorece la sostenibilidad rural.

¿Y los transgénicos? Las multinacionales los venden como la panacea que puede acabar con el hambre, pero no parece que sea así.

Si hay países pobres que ya han renunciado a los transgénicos, algo pasa. Detrás de los transgénicos se dan otros factores. En primer lugar de dependencia, puesto que los agricultores deben comprar las semillas y los productos fitosanitarios a las multinacionales. No es una agricultura sostenible y supone una intensificación de los cultivos y del consumo de materiales.

¿No crees que se ha pervertido el término desarrollo sostenible, que lo que empezó siendo un concepto adecuado se ha vaciado de contenido?

Sí, y uno de los problemas es que habíamos creído en este término, en la visión social que lleva detrás y, desgraciadamente, se llama sostenible a cosas que no lo son. Nos han usurpado el término. Ha ganado la dimensión económica y han perdido la parte ambiental y social. Tal vez haya que buscar otro término. El desarrollo tiene que tener en cuenta las dimensiones socioeconómicas, culturales e institucionales y debe ajustarse a la capacidad de carga del planeta. Hay que reconvertir el capitalismo en clave de sostenibilidad, algo que el sistema no ha entendido aún. La crisis puede ser un buen momento para pasar de una "sostenibilidad forzada" a una "sostenibilidad estructurada", con ingredientes de conocimiento, inteligencia y sabiduría..

Javier Morales Ortiz

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