España necesita una reconversión urgente del transporte

Pau Noy Serrano. Fundación por una Movilidad Sostenible y Segura.

Cuando los medios proyectan la idea de crisis energética o una gran fuente contaminante, invariablemente presentan la imagen de una central térmica o la de una gran industria. Nunca muestran una caravana de coches o de una zona "logística" llena de camiones. Por supuesto, ni una palabra sobre el hecho deque casi todos los coches llevan un solo ocupante o que la mitad de camiones circulan paseando su peso, diez toneladas, sin mover mercancía alguna. Por desgracia, los medios no hablan del derroche energético que hace el transporte español.

Gastando menos, la mitad si todo fuera eléctrico, equilibraríamos la balanza española de pagos, ya que nos ahorraríamos unas transferencias de 25.000 millones de euros.

A fuerza de ver estas imágenes miles de veces, la mayor parte de los ciudadanos piensan que el problema energético radica en la energía eléctrica; en quien la produce, las contaminantes centrales térmicas, y en quien la consume, la industria. Al parecer, las personas como tales no tenemos ninguna responsabilidad. A base de distorsionar las imágenes, en el inconsciente social se ha fijado la idea de que el problema de la energía en España son las centrales térmicas y el consumo eléctrico de las industrias. Pero los estudiosos de la energía en España saben desde hace mucho que eso no es así.

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En España, el primer consumidor de energía es el sector del transporte, que prácticamente sólo consume petróleo y sus derivados. Como se ve en el gráfico de arriba, mientras que en 2008 el sector del transporte consumió en España el 41% de la energía primaria, la industria consumió 11 puntos menos, el 30%.

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Los consumos del transporte

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Centrándonos en el capítulo del transporte, analicemos ahora los consumos y la eficiencia energética de los dos tipos de motores básicos del transporte: el de explosión, o de combustión interna, y el eléctrico, utilizado exclusivamente en el transporte ferroviario, todo él público. En el caso del motor de explosión, el rendimiento se encuentra entre el 10% y el 15% (más cerca del 10% que del 15%), y sólo consigue aumentarlo en un punto cuando hablamos de un motor de gasoil.

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Esto significa que sólo uno de cada siete litros de combustible fósil con que se llena el depósito del coche se aprovecha para la tracción. El resto se pierde. Por el contrario, en el caso de los motores eléctricos, el rendimiento global de tracción es del 65% o más, cinco veces superior al de los motores de combustión interna que inventaron los alemanes Otto y Diesel. Si se repasa la historia de la automoción, choca comprobar que los primeros vehículos fueron eléctricos. Ahora, cien años después, parece que vuelven con fuerza. Este largo paréntesis centenario sólo se explica por la facilidad en extraer petróleo, refinarlo y ponerlo en un surtidor a bajo precio y con una alta -altísima- densidad de energía. Esto hoy se ha acabado. Cada vez hay más expertos que sostienen que ya estamos en el famoso peak-oil. Y como no hay vuelta atrás, debemos mirar adelante ¿Qué hacer entonces para incrementar la eficiencia?

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Primero aceptar que nuestro modelo de movilidad es insostenible porque depende en un 98% de un petróleo que no es renovable. Además es un modelo caro, genera exclusión social y perjudica la salud de la gente y la economía nacional. Hecha esta contrición, las propuesta, que debe centrarse en la gestión:

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  • Electrificar la movilidad, la privada y la pública. Si lo hacemos, mejoraremos la eficiencia en un 100%. Los 150 millones de euros que España transfiere cada día en concepto de factura energética petrolífera a países con unos niveles de democracia que nadie de nosotros aceptaría, se reducirían drásticamente, robusteciendo así la salud de la economía española, que buena falta le hace. Gastando menos, la mitad si todo fuera eléctrico, no sólo equilibraríamos la balanza española de pagos, ya que nos ahorraríamos unas transferencias de 25.000 millones de euros, sino que seríamos más -mucho más- competitivos.

Si se repasa la historia de la automoción, choca comprobar que los primeros vehículos fueron eléctricos. Ahora, cien años después, parece que vuelven con fuerza. Adelante pues con la electromovilidad, apoyando los sistemas que menos consumen y a la vez más baratos resultan, por lo que se pueden popularizar más (bicicletas y motos eléctricas, los vehículos híbridos, son 50% eléctricos) y también en el transporte público. Y sobre todo ojo avizor con la demagogia y bulos del coche eléctrico.

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Apoyar la electromovilidad tal como planteo generará, además de progreso, una cantidad ingente de puestos de trabajo en sectores a mitad de camino entre la industria y los servicios, que no se pueden deslocalizar. ¿Y mientras tanto, qué hacemos? Apoyar los sistemas de transporte eléctricos y eficientes que ya existen. Los transportes ferroviarios (trenes, metros y tranvías), y priorizar su crecimiento en el segmento más económico, para hacer crecer la red más rápidamente y con menores costes, como tranvías y trenes de cercanías.

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En el gráfico 2 se ve que los consumos unitarios por pasajero-km transportado de todos los sistemas eléctricos son entre 3 y 6 veces inferiores a los de un viajero que se mueva en coche. Según mis cuentas, un viajero de cercanías consume hasta 7 veces menos que uno que se desplace en coche.

Gestionar las infraestructuras.

España ya es el país europeo con una mayor oferta de infraestructuras de transporte. Lo es globalmente, y también en autopistas y red ferroviaria de alta velocidad. En aeropuertos quizás no está en el primer puesto, pero seguro que al menos va en segunda posición en el ranking europeo. En ferrocarril convencional, el que asegura la movilidad diaria de los españoles, nos encontramos muy por debajo de la media, en la posición 25 sobre 32 posibles; en el furgón de cola. Muy bien, ya hemos construido todas las carreteras posibles y dentro de 10 años toda ciudad que se precie tendrá una estación de alta velocidad para ir a Madrid. ¿Pero cómo ha beneficiado eso a nuestra economía? En nada. Entre los grandes países europeos, España sufre la peor de las crisis económicas sin que el hecho de disponer de la mejor red de infraestructuras lo haya evitado. En el último año se han hecho diferentes y solventes valoraciones sobre las profundas causas que explican nuestra crisis económica. No voy a entrar en ello. Pero retengo la idea de que a pesar del esfuerzo mastodóntico que hemos hecho en inversiones, en cemento y construcción, nos va mal, muy mal, y no hay ninguna previsión consistente que diga que nos va a ir mucho mejor de aquí a cuatro años. Es hora de dejar de lado la política de construcción indiscriminada de infraestructuras y pasar a gestionar mejor las que tenemos. Eso si que nos hará de verdad más competitivos, ser más eficientes, producir más con menor esfuerzo energético. Es la clave de la economía inmediata.

Apoyar la electromovilidad generará, además de progreso, una cantidad ingente de puestos de trabajo en sectores, a mitad de camino entre la industria y los servicios, que no se pueden deslocalizar. ¿Cómo lograrlo? Con más coche compartido, para gastar la mitad de energía; con más car-sharing, para incrementar el uso del transporte público que, recordémoslo, genera el doble de unos puestos de trabajo que además no pueden ser deslocalizados; más redes de transporte público, en las que el AVE sólo es un eslabón más de una cadena modal cada vez más compleja; más planes de movilidad que nos obliguen a pensar cómo cambiar, porque si no pensamos no habrá cambios; más información sobre el transporte público, porque la mitad de la población no sabe cómo funciona, a dónde va, ni con qué frecuencias lo hace y menos pensar en velocidad y más en cadencia y servicio, como han hecho ya los fe rrocarriles suizos, franceses, belgas, holandeses y luxemburgueses. Al final, la gente valora más la seguridad de una cadencia continuada de servicio que una gran velocidad. Eso es justamente lo que hace el coche, el gran competidor de la movilidad sostenible.

Y finalmente, poner de moda la bicicleta. Ciudades como Barcelona, Sevilla y San Sebastián ya lo han conseguido. Cualquier ciudad puede lograrlo en cuatro años. La bicicleta es el único medio de transporte que no gasta energía. Es el más eficiente.

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