Plomo en la población española. ¿Un problema de salud pública?

El plomo, junto al mercurio y al cadmio, ha sido uno de los metales estudiados en el programa de monitorización de sustancias tóxicas persistentes en la población española y en el medio ambiente realizado por el Ministerio de Medio Ambiente Rural y Medio Marino (MARM). Los resultados, presentados públicamente el pasado mes de abril por los responsables de este programa, indican una concentración media de 23,91 microgramos por litro (2,39 microgr./dl) de sangre. Según el MARM, esta cantidad es inferior a la media detectada en la población alemana y superior a la media detectada en la población de EEUU y Canadá.

El límite de concentración de plomo en sangre considerada como segura ha ido disminuyendo desde los 60 microgr./dl en los años 60, hasta los 10 microgr./dl.

El plomo es un metal persistente y bioacumulativo, cuyos efectos tóxicos por exposición a elevadas concentraciones (saturnismo) son conocidos desde hace 2000 años. Sin embargo, ha sido a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando se han estudiado los efectos de la exposición continuada a bajas dosis. Estos efectos incluyen daños renales (nefropatías), anemia, efectos sobre la reproducción y el desarrollo (abortos y muerte fetal, menor peso al nacer y nacimientos prematuros); efectos endocrinos (osteoporosis, retraso pubertad de niñas, baja calidad seminal); y efectos cancerígenos (clasificado como cancerígeno 2B por la IARC) y neurológicos (pobre desarrollo intelectual, esquizofrenia, problemas de conducta). De hecho, los graves problemas neurológicos ocasionados por el plomo en la población infantil son los que han incitado a autoridades sanitarias de otros países a tomar medidas de eliminación y sustitución de este metal. Los niños, junto a mujeres embarazadas, son los grupos de población más vulnerables a este tóxico.

El límite de concentración de plomo en sangre considerada como segura ha ido disminuyendo desde los 60 microgr./dl en los años 60, hasta los 10 microgr./dl que es el nivel al que el Centro de Control de Enfermedades de EEUU (CDC) recomienda en la actualidad que se inicien actuaciones para la protección de la salud pública.

Sin embargo, estudios recientes han mostrado efectos adversos sobre los sistemas neurológico, reproductor y endocrino a concentraciones inferiores, sugiriendo la posibilidad de que no existan niveles de exposición seguros.

Además, una vez que el plomo es absorbido por el organismo, permanece en la sangre unos 25 días y en los huesos más de 25 años. Así, tras una sola exposición, es posible que los niveles de plomo en sangre vuelvan a los niveles normales, pero la carga corporal total continuará siendo elevada.

Por tanto, la concentración media de plomo detectada en la población española debe ser motivo de preocupación para las autoridades sanitarias y medioambientales, quienes deberían tomar acciones dirigidas a reducir la exposición.

El plomo se utiliza en forma metálica (barreras de sonido y de radiaciones, munición, pesas de ruedas y de pesca, cubiertas de tejados, componentes electrónicos), en aleaciones (acabados metálicos, soldadura) y en numerosos compuestos químicos (como componente de baterías eléctricas y acumuladores; PVC, caucho y resinas; pinturas, barnices, esmaltes y vidrio; etc.).

Se estima que en el año 2004 había en España 67.865 trabajadores expuestos al plomo. El valor límite biológico de exposición profesional al plomo en España es de 70 microgr/dl sangre.

La tabla adjunta muestra las principales actividades industriales que declaran emisiones de plomo al medio ambiente en España. Sólo los complejos con obligación de declarar en el registro PRTR-España (1.236 durante el año 2009) emitieron al medio ambiente un total de 35 toneladas de plomo y compuestos ese año.

Otra fuente importante de contaminación del medio ambiente puede ser la munición utilizada en la caza y los plomos de equilibrar que se desprenden de las ruedas de los vehículos. Desde el aire, agua y suelo, el plomo pasa a los alimentos y al agua de bebida.

Una vez prohibida la utilización de plomo como aditivo de las gasolinas, se considera que la principal vía de exposición de los niños es a través de la ingestión de partículas de pintura y de plásticos, tanto de los revestimientos y equipamiento de los hogares como el presente en juguetes y bisutería.

Las autoridades sanitarias y medioambientales tienen un gran margen para actuar y conseguir reducir la presencia de plomo en el medio ambiente y en la población española. ¿Lo harán?

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