¿Alguien se atreve a limitar el tráfico en nuestras grandes ciudades?

Luces en el laberinto.

La calidad del aire ha acaparado los informativos de la primera quincena de febrero. Primero, fue la difusión de que las administraciones -señaladamente Ayuntamiento y Comunidad de Madrid- están incumpliendo los requerimientos de la Unión Europea para la mejora del aire que respiramos

Después, la denuncia de Ecologistas en Acción sobre las "trampas" que se hacen en la medición para ocultar esa realidad. Y, para terminar, el anticiclón, que puso sobre la mesa el evidente riesgo para la salud pública al que nos enfrentamos en este campo y que en Cataluña sacó los colores al nuevo Gobierno que de forma apresurada, tuvo que desdecirse de lo afirmado durante la campaña electoral sobre que no hay relación entre la velocidad de circulación y la contaminación atmosférica. No sólo en Madrid y Barcelona, en varias ciudades españolas la climatología ha puesto sobre la mesa esta cuestión. Creo que se ha avanzado en la percepción ciudadana del riesgo, que es condición para la exigencia de políticas al respecto.

Las respuestas de los responsables políticos han abarcado desde la negación de la evidencia, en el caso de los más cerriles, hasta la más burda respuesta. Las posturas más constructivas han sido las de quienes han anunciado planes, análisis o más sensibilización. Sin embargo, no hay mucho por descubrir. CCOO ha planteado una cincuentena de medidas a poner en marcha. Lo que -como las numerosas notas y propuestas específicas de nuestras organizaciones territoriales- dice mucho de nuestra capacidad de propuesta, pero están al alcance de todos. La cuestión es implementarlas. Sólo en el momento más álgido de la crisis hubo tímidas menciones a medidas restrictivas o para desincentivar la movilidad en vehículos privados.

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Y ahí está la madre del cordero. Se puede actuar sobre otras fuentes de contaminación, pero hoy, en nuestras ciudades, la principal causa de pérdida de calidad del aire es, con mucho, el tráfico. Y no es suficiente con promover el transporte público o sensibilizar con campañas. Las medidas de movilidad sostenible no serán exitosas si al mismo tiempo, para su financiación y para hacerlas comparativamente más atractivas, no tomamos medidas que devuelvan espacio público y prioridad al transporte público y a los modos sostenibles de movilidad. Zanahoria, por supuesto, pero también palo -cariñoso y gradual- para cambiar patrones de movilidad que sabemos son caros, ineficientes y tóxicos.

Las cercanas elecciones locales y autonómicas de mayo debieran ser una gran ocasión para ver si los programas electorales responden a esta situación de riesgo que se ha hecho evidente en febrero. Quizá alguna candidatura decide proponer sin complejos una política de movilidad y salud para la mayoría. Quizá electoralmente esto supone un riesgo, sobre todo si se explica con miedo. Pero para la parte del electorado que no da importancia a la calidad del aire ya habrá quien seguirá echándole la culpa al anticiclón o diciendo que más asfixia el paro. El resto, que yo espero mayoritario, esperamos propuestas más concretas que planes, análisis y sensibilización.

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Llorenç Serrano
Secretario confederal de Medio Ambiente de CCOO

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